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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina |
El Pericón no figura en el actual repertorio coreográfico
del pueblo argentino. Es una danza extinta, aunque de tanto en tanto
se exhuma como espectáculo en circunstancias y por razones que veremos.
Hace medio siglo aun se cultivaba en la campaña argentina. Ventura R. Lynch, cuyo conocido folleto se publicó en
1883, lo menciona entre las danzas del gaucho bonaerense y asegura que
se bailaba también en el interior y en el Uruguay. Dice que es "baile
de cuatro" (de cuatro bailarines) y que son cuatro sus figuras:
demanda o espejo, postrera, cadena y cielo. Da detalles y características
de forma que no consideraremos aquí. Cunninghame Graham, celebrado comentarista inglés de
las costumbres nuestras, que observó allá por el año 1870 y más tarde,
menciona la danza: "Hasta sus mismos bailes— escribe—eran lentos
y acompasados, ya los nacionales, cielitos, gatos o pericón, ya el vals
importado..."' Y añade este interesante párrafo: "En las casas
de más rancias costumbres bailaban el cielito y el pernicón
[sic], que eran danzas antiguas y pintorescas, rezagos de épocas de
antaño"... En su leyenda "El Gaucho" (1863), Manuel Ortega
llama al Pericón y a la Media Caña "bailes de la campaña". Maynard, viajero francés que publicó en 1858, asistió
en Concepción (Chile) a una fiesta que dio el general gobernador de
la provincia en las chinganas y que halló muy bella. Dice: "Ora
se bailaban las danzas nacionales: la zapatera, el pericón"...
etcétera. En ese mismo año de 1858, Mantegazza publica en Milán
"Sulla América Meridionale", donde tenemos la descripción
de una yerra a que asistió en Entre Ríos: "La fiesta termina a
la tarde con un baile, que se hace casi siempre con el rasqueteo de
dos o tres guitarras mal acordadas. El baile más común es el pericón",
anota Mantegazza. Añade, coincidiendo con Cunninghame, que los bailes
criollos son calmos. Los dos viajeros han generalizado por error: los
graves son lentos, y no siempre; los picarescos son vivaces. Las costumbres de mediados del siglo pasado en el Sur
de Chile tienen su testigo y comentarista en el escritor chileno Pedro
Ruiz Adea. Cuenta Ruiz que al terminar una fiesta religiosa y cuando
los organizadores celebraban el éxito pecuniario "...uno de los
hermanos gritaba: "¡Viva, diablos, la Cruz de Mayo!", y se
empezaba el baile con un pericón..." Mucho se bailó esta danza porteña en Chile. César Famin,
que escribió su historia en la segunda o tercera década del siglo pasado
—es de 1839 la versión castellana—, menciona el Pericón entre los bailes
nacionales chilenos. Cuando Sarmiento era muy joven lo bailó en San Luis.
Así nos lo dice en sus "Recuerdos de provincia" cuando habla
de don José de Oro, su maestro y consejero hasta los 15 años, el cual...
"Gustaba con pasión de bailar, y él y yo hemos fandangueado juntos
todos los domingos de un año (1826) enredándonos en pericones y contradanzas
en San Francisco del Monte, en la sierra de San Luis..." Don Manuel Bilbao me dijo que recogió testimonios fidedignos
de que en el verano de 1820-1821, cuando Rosas obsequió a Estanislao
López en Los Cerrillos, una orquesta de cincuenta guitarras tocó un
Pericón que fue bailado bajo la dirección del propio Rosas. (1) Nada extraño es que el Pericón se bailara en 1820 en
Buenos Aires, cuando el testimonio de Sarmiento lo radica en San Luis
en 1826. Esa antigüedad y esa dispersión se confirman con la noticia
clave que nos dejó el sólido recuerdista José Zapiola, autor que, a
pesar de haber publicado en 1872 sobre el período 1810-1840, merece
crédito. Escribe Zapiola: "San Martín con su ejército, en 1817,
nos trajo el Cielito, el Pericón, la Sajuriana y el Cuando..." ¿Está claro? El Pericón es danza de los salones porteños
y estaba en Buenos en 1812, cuando llegó San Martín, acaso recogida
del ambiente campesino. (2) Fuera de nuestro país, voces semejantes a "pericón"
son usuales como nombres de danza o de cosas anexas a ellas. Hubo un
antiguo baile de sociedad conocido en Cuba, que se llamó "Ripiar
el perico"; en Llanes (España) existe hasta hoy un Pericote, y
en 1794 José Espinosa habla de unas "raras seguidillas" llamadas
"el Perico", que cantaban los gauderios platenses. Según documentos que daré en otra oportunidad, Pericón
es el bastonero, por tal nombre conocido en Buenos Aires antes de 1818.
Y la expresión "cielo apericonado" de esa época, significaría
"cielo con bastonero", esto es, "cielo con más de dos
parejas", con muchas parejas, como el Pericón, que aunque se llama
baile "de cuatro", según Lynch, es de cuatro como mínimo,
porque con dos no se puede hacer la cadena. El Pericón, baile desaparecido hace unos cincuenta años,
estaba irremediablemente condenado al olvido, como tantos otros que
entonces cayeron en desuso; y, sin embargo, tenemos en nuestros días
muy pocas personas que no conocen su música, muchas que lo han bailado
(yo entre ellas) y todo el país que lo ha visto bailar. ¿A qué se debe
eso? Pues se debe al teatro o, mejor al circo. Eso de que las danzas
abandonadas pasen al escenario es recurso teatral de larga historia.
Al Pericón le cupo esa suerte y aunque en rigor está muerto, conserva
una especie de vitalidad espectacular que torna perdurables ciertas
versiones retocadas, corregidas y aumentadas de su primitiva forma y
antigua música. Ocurrió así. En la época de las pantomimas circenses, Eduardo Gutiérrez
hizo una, escenificando su folletín "Juan Moreira". A fin
de dar mayor interés a la obra, se le intercaló una gran fiesta criolla
en que se cantaban estilos y se bailaba el Gato. Se estrenó el arreglo
en 1884, y dos años después, el actor José Podestá añadió a la versión
mimada palabras que extrajo de la misma novela de Gutiérrez y presentó
en Chivilcoy la primera versión teatral de "Juan Moreira",
el 10 de abril de 1886. Cuando la compañía pasó a Montevideo, en 1889, Elias
Regules (padre) aconsejó a Podestá el cambio del Gato por el Pericón,
aduciendo que esta danza era más vistosa y de mayor efecto; y como los
artistas la desconocían, el propio Regules llevó al circo varios "guitarreros"
orientales para que ejecutaran la música del Pericón, y enseñó las figuras
a los actores. Desde el año 1890 hasta nuestros días, ese Pericón se
ha bailado en el teatro, ante el público de todas las provincias argentinas.
Su música se popularizó al extremo de que nadie ignora hoy aquella melodía
cuyo texto dice: "Juancito, de Juan Moreira", etcétera. Y más. Esta danza (y otras) fue incluida en nuevas obras
criollas hasta que obtuvo una nueva versión musical muy difundida. En
1900, el actor y compositor Antonio D. Podestá, estrenó en el teatro
de la Zarzuela (hoy Argentino) un "boceto lírico nacional"
en un acto, con texto del propio compositor, titulado "Por María".
La obra se dio once veces seguidas y algunas más, después, en el Victoria
y en el Apolo. Todo en 1900-1901. La música del boceto fue compuesta a base de melodías
populares u originales en estilo popular, y el Pericón de la quinta
escena (original de Podestá) fue reducido de la orquesta al piano por
G. Grossi. Se imprimió la versión y el público agotó numerosas ediciones
del "Pericón por María", como se rotula. Así pudo ser y fue
ejecutado y bailado por niños y adultos en las fiestas escolares, de
beneficencia o de aficionados, en las poblaciones de toda la república. Hacia 1906 el Pericón invade francamente los salones
aristocráticos de Buenos Aires. Hay, es claro, partidarios y adversarios
de su adopción. Se discute. Los amigos de nuestra danza le hacen una
débil defensa; no saben que el Pericón es baile de la más pura genealogía
cortesana y que su aspecto vulgar es aleatoria consecuencia del culto
en el ambiente campesino. Tampoco saben que bajó a los dominios del
pueblo (antes de recibir el nombre popular) de los salones porteños,
y que luego, en la época de la revolución, esos mismos salones, distinguidos
entre los más elegantes del mundo, lo acogieron de nuevo y lo importaron
a las principales ciudades sudamericanas. Juan Pablo Echagüe escribe en esta ocasión (Enero 25
de 1906). palabras que nos interesan desde varios puntos de vista. Lo
considera un baile rústico. "En vano —dice— se ha intentado adaptarlo
al nuevo medio, modificándole algunas evoluciones y suprimiéndole otras". Así documenta Echagüe, sin proponérselo, la transformación
de las danzas por cambio de ambiente; mientras, nos proporciona el testimonio
de que el Pericón gaucho no es precisamente el que en nuestros días
se baila en los espectáculos como consecuencia de la moderna adopción
ciudadana. "Los tradicionales ¡aura! —prosigue Echagüe— habían
sido substituidos por palmadas. Los zapateos, una de las partes más
características, quedaban eliminados". El doble proceso queda en evidencia. Seguramente el
Pericón, ex danza aristocrática europea, no tuvo en el ambiente del
minué y la contradanza ni zapateos ni ¡auras!; Más interesante es comprobar cómo los bailarines de
los salones intentan adoptar, no sólo parte de la forma sino también
las maneras de hacer propias del medio inmediato anterior. Echagüe "encontraba
ilógico que gentes habituadas a la delicadeza del cotillón y la gavota
se obstinasen en afectar los modos rudos de una danza campesina". Esto no le parecía bien al escritor. Se perdía con la
imitación. El baile, "desprovisto de todo color local, corregido
y aumentado sin misericordia, quedaba reducido a un batiborrillo..." Manuel Saavedra, autor de la Revista "Chambergos
y Galeras", estrenada en 1906, pone en boca de dos personajes estas
palabras: —"¿Qué es eso que llega?" —"Es un baile nacional. El Pericón. El auténtico;
no crea Vd. que es falsificado, como se baila en nuestros salones". Tales son, en efecto, las consecuencias del cambio de
ambiente no sólo en el Pericón, no sólo en las danzas, sino también
en la música y en las canciones. Cada núcleo social tiene sus maneras
de hacer; todo lo que adopta debe sufrir una verdadera traducción
a su sistema formal y expresivo. (1) Cf. "La
Prensa". Junio 12 de 1932. (2) Cuando publiqué
en "La Prensa" (16-6-1936) mi artículo sobre esta danza, me
parecía poco probable su estructuración local. Documentos de hallazgo
posterior, me inducen a suponer que sube de nuestra campaña a
los salones.
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