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TRADICIONES EL HOMBRE |
CHANGADORES
(1730)
DOMINGO ORDOÑANA
Changadores. Antiguamente
se daba el nombre de changadores a los que se ocupaban en matar animales
alzados, o no alzados, para sacar algún provecho de sus cueros. Con el tiempo
fueron pasando de changas sus incursiones, y por sus continuos desafueros eran
naturalmente perseguidos por la justicia. Pero en la Banda Oriental del Uruguay
tenían la facilidad de guarecerse en el Brasil, ayudados por los portugueses
que se ocupaban de lo mismo, y, creciendo su número, hubo que organizar
partidas militares para reprimir sus insultos. Así el capitán Luis de Sosa
Mascareñas, alcalde de la Santa Hermandad, representó el año de 1730 ante el
Cabildo de Montevideo la urgencia que había en que se le auxiliase con treinta
hombres armados para registrar la campaña, no pudiendo hacerlo con cuatro solos
individuos, como sucedía en tiempos anteriores, a causa de haberse unido con
los portugueses los changadores, cada uno de los cuales tenía ya tanto delito
como Judas. Así se, explicaba el Alcalde....
nació entonces, como el changador paulista existente, el changador argentino, y
nació partiendo de las manchadas de leñadores y carboneros, iniciándose clara y
simplemente con permisos que el Cabildo de Buenos Aires dispensaba para tanto
número de cueros, en virtud de un pequeño derecho que se hizo pagar por la
licencia, la cual debía pasarse fácilmente porque no había autoridad que velase
por su exacto cumplimiento.
Los changadores traían
sus tropillas de caballos en champanes, chalanas, que cruzaban de Punta Chica
siguiendo el Delta a las costas de Soriano, y establecían sus manchadas en
márgenes navegables para facilitar los embarques de cuerambres y de gorduras y
asegurar de las sorpresas de los ladrones las pulperías y estaqueaderos. Estas tropas
se componían de treinta o cuarenta individuos conchavados entre lo peor de los
arrabales de Buenos Aires y obedecían generalmente a un capataz que
representaba en todos los conceptos al empresario de la tropa.
Estaban perfectamente
armados, y como disponían de buenos caballos, fácil les era ahuyentar las
cuadrillas sueltas de indios para entregarse a la matanza de ganado que
efectuaban en mangueras construidas en las sinuosidades de los ríos,
completándolas con lo que se denominaba la media luna, derribando y
desjarretando todos los animales mayores y lanzando puerta afuera todo lo que
se denominó el gauchaje.
Los grandes rodeos de
toros que, por sus condiciones de marrajos, vivían apartados de los rodeos de
vacas, eran tratados del modo siguiente: diez o doce hombres en dos grupos se
dirigían hacia un trozo de toros; se formaba a la carrera una extensa calle y
dos diestros armados de medias lunas enastadas, iban en el centro desjarretando
en un pierna, consistiendo el secreto en cortar el tendón de Aquiles de un
golpe, saliendo por la parte opuesta para evitar la rápida vuelta del animal.
En algunos casos el
changador perdía la vida en los cuernos del toro, porque no supo apartar el
caballo con tino y habilidad al dar el corte.
Estas tropas de changadores se disolvían al fin por la conclusión de las contratas o porque los ganados se habían alejado considerablemente de las manchadas, y entonces instalábanse, algunos que habían formado familia, en la costa de algún arroyito, con un plantel de estanzuela o chacra.
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