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TRADICIONES EL HOMBRE |
EL
BAQUEANO (1845)
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
El baqueano es un gaucho grave y
reservado, que conoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques
y montañas. Es el topógrafo más completo, es el único mapa que lleva un general
para dirigir los movimientos de su campaña. El baqueano va siempre a su lado.
Modesto y reservado como una tapia, está en todos los secretos de la campaña;
la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia,
todo depende de él. El baqueano es casi siempre fiel a su deber... Un baqueano
encuentra una sendita que hace cruz con el camino que lleva: él sabe a qué
aguada remota conduce; si encuentra mil, y esto sucede en un espacio de cien
leguas, él las conoce todas, sabe de dónde vienen y a dónde van. Él sabe el
vado oculto que tiene un río más arriba o más abajo del paso ordinario, y esto
en cien ríos o arroyos; él conoce en los ciénagos extensos un sendero por donde
pueden ser atravesados sin inconveniente, y esto en cien ciénagos distintos.
En lo más oscuro de la noche, en
medio de los bosques o en las llanuras sin límites, perdidos sus compañeros,
extraviados, da una vuelta en círculo de ellos, observa los árboles; si no
los hay, se desmonta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se
orienta de la altura en que se halla, monta en seguida y les dice para asegurarlos:
"Estamos en dereceras de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones;
el camino ha de ir al Sur"; y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo,
sin prisa de encontrarlo y sin responder a las objeciones que el temor o la
fascinación sugiere a los otros.
Si aún no basta, o si se
encuentra en la pampa y la oscuridad es impenetrable, entonces arranca pastos
de varios puntos, huele la raíz y la tierra, los masca, y, después de repetir
este procedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago, o
arroyo salado, o de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente.
Si el baqueano lo es de la pampa,
donde no hay caminos para atravesarla, y un pasajero le pide que lo lleve
directamente a un paraje distante cincuenta leguas, el baqueano se para un
momento, reconoce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto
y se echa a galopar con la rectitud de una flecha, hasta que cambia por motivos
que sólo él sabe, y, galopando día y noche, llega al lugar designado.
...El baqueano conoce la
distancia que hay de un lugar a otro, los días y las horas necesarias para
llegar a él, y a más, una senda extraviada e ignorada por donde se puede llegar
de sorpresa y en la mitad del tiempo.
EL
BAQUEANO (1850)
XAVIER MARMIER
Son de figurarse las sensaciones
extrañas que experimenta un viajero europeo, aventurándose a cruzar este país.
No hay que pensar en los medios de locomoción empleados en otras comarcas, ni
en la facilidad de las comunicaciones ni en las comodidades que se encuentran a
cada paso en Europa.
Aquí no hay puentes, ni canales,
ni diligencias, ni posadas. Aquí no es posible ir de una provincia otra, sin
la ayuda de un baquiano, que se orienta por la posición de las estrellas,
por unos charcos de agua, o por otros signos que pasan inadvertidos para el
común de las gentes. Ese baquiano, en casos difíciles, echará pie a tierra
para observar de más cerca la senda que ha tomado, y si existe peligro de
indios, se echará por tierra como los pionners de Cooper; podrá saber, por
algunas plantas holladas, por una huella casi imperceptible, si la horda de
indios pasó por allí, de cuántos individuos se componía, y cuántas horas hace
que pasó. La naturaleza, al someter a individuos de diferentes razas a los
mismos peligros y a las mismas necesidades, les da también el mismo poder
de perspicacia. En el conocimiento del terreno, en la agudeza del oído y de
la visión, hay una similitud que sorprende entre el camellero árabe, el cazados
de los Alpes, el pastor nómade de Laponia, el trampero del Oeste en América
del Norte, y el baquiano de la América del Sur.
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