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TRADICIONES LA ALIMENTACION |
CARNE
Y HUEVO DE AVESTRUZ (1885)
FRANCISCO JAVIER MUÑIZ
Los campesinos reputan
muy saludable la carne del ñandú, y en verdad que ni la abundante y casi
pasmosa ingestión de ella, ni las grandes tajadas de su gordura que toman de la
grupa o picana, les daña jamás, y eso cuando no le asocian otro alimento que el
maíz tostado, alguna vez, ni otra bebida que el agua pura y cristalina de los
arroyos y lagunas. Ellos creen que esta carne es fresca, lo que no repugna
cuando el ñandú no es flaco o viejo, siendo cargada la gelatina. Esto
contribuye, naturalmente, a que no se efectúe un gran desprendimiento de calor,
y a que la asimilación sea breve y fácil.
... Los boleadores de
avestruces utilizan, ya asadas, ya cocidas, en guiso o fiambre, casi todas las
partes. El alón, la picana (carne de la grupa) y el ventrículo o estómago son
presas preferentes. A éste se le despoja de su membrana interna coriácea, a la
cual llaman los campesinos cáscara, y la anteponen (como manjar) a la misma
lengua de vaca: por flaco que esté el avestruz no dejan de comerlo, como sucede
con aquélla por magro que parezca el vacuno.
Los huevos forman una
vianda apetecida por los camperos, que los asan y los fríen. Hacen lo primero
de varios modos, todos breves y sencillos. Los agujerean por una extremidad, y
por allí derraman no todo el albumen, como algunos han escrito, y muchos creen,
quizá suponiendo indigerible esta substancia o de mal paladar, sino sólo
aquella porción que había de verterse mientras la asadura. Introducen luego un
poco de grasa, y de cebolla picada, ponen el huevo junto al fuego, y
revolviéndolo el todo con un palito le dan vueltas presentando ya un lado, ya
otro, al calor, hasta que queda perfectamente cocido. Si el demasiado viento
incomoda la operación, abren un hoyo en la tierra y se conducen del mismo modo,
encendiendo en él una pequeña hoguera.
Cuando el hambre apura y
no es posible demorarse en preparativos, ponen inmediatamente fuego a las pajas
del nido, y con alguna otra chamarasca de las cercanías medio asan los huevos,
y así, entre fríos y calientes saborean con ellos, saliendo satisfechos del
apremiante conflicto.
Acostumbran también
perforar el huevo de uno de sus polos al otro, e introducir después de derramar
cierta porción de albumen, un palito que le atraviesa a modo de eje. Suspendido
en él el huevo, cuyos agujeros deben ajustar todo lo posible al travesaño, se
le torna ya de un lado ya de otro dentro de la llama de la fogata hasta que
queda más o menos asado. Ello son útiles de igual modo para todos los compuestos
en que entran los huevos de gallina, con tortillas, para bizcochos, mosquetes,
etc.
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