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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina
NUESTRAS TRADICIONES
EL RECADO

 

RECADO PORTEÑO (1821)

ALEXANDER CALDCLEUGH

 

Adquirí un recado porteño, cuyas prendas sirven también para formar una cama bastante pasadera.  Colócanse, primero, sobre el caballo varias mantas de lana, dobladas, para que no pase el sudor que es excesivo debido al fuerte calor y al rudo trabajo del animal; sobre las mantas se pone una pieza de cuero curtido, con variados adornos y encima la silla o recado. Éste se parece a la silla que usan los carniceros de Inglaterra.  Una cincha fuerte, con dos argollas de hierro, asegura el recado al lomo del caballo.  Un cuero de oveja, teñido de azul (el pellón) y una pieza de cuero blanco, (el cuerito), apretada por otra correa, (la sobrecincha) completara el equipo de montar. Los estribos son pequeños y se usan muy largos.

El freno es muy diferente del de Inglaterra; una argolla grande pasa por el centro -del bocado y sobre ella accionan las piernas del freno, dándole a éste mucha fuerza. Las riendas son de cuero torcido y sus extremos sirven de látigo.  Ninguna otra especie de freno sería bastante fuerte para sujetar caballos apenas domados o que no han sido ensillados nunca.  Estos animales, en cuanto sienten el peso del jinete, arrancan a galopar y parece que no conocieran otro paso, como no sea el tranco. No llevan herraduras porque no lo exige la naturaleza del terreno y también porque su costo doblaría el precio del caballo.

En cuanto a comodidad personal, reduje mi equipaje a una maleta ligera y un colchón. En las alforjas puse yerba mate en abundancia, té, azúcar, bizcochos, y, por pedido de Chiclana y los postillones, una buena cantidad de cigarros. Agregué un par de chifles o grandes cuernos llenos de aguardiente, que, según el baqueano me dijo, eran muy quebradizos.  Los chifles me fueron muy útiles para llevar agua en diversas etapas del viaje.

 

RECADO PORTEÑO (1870)

JUAN MANUEL BLANES

 

Al ensillar el gaucho porteño es el más estético de los caballeros sin excluir el árabe, que usó más lujo que gusto.  Un caballo ensillado de porteño no pierde su figura elegante porque el recado, siempre rico por su forma, parece pegado al animal y sigue todos los movimiento no sólo de la línea del lomo sino de la de las demás partes que cubre: sólo la carona de cuero (peluda o bordada) que representa un mandil, se desprende de las paredes del animal para representar alas recogidas de manera graciosa y a veces imponente.

La carona de cuero que sin variar de forma era unas veces de pelo negro liso o yaguané, y otras estaba bordada a punta de cuchillo; este bordado siempre de gusto y muy artístico, consistía en flores de friso griego o cosa muy parecida, que resaltaban negras o blancas pero más generalmente negras, sobre todo fondo blanco.  El blanco era el cuero sin epidermis, y el negro era el pelo mismo que se recortaba así.  A veces la carona era ribeteada por el talabartero con marroquí punzó y ese ribete muy bien pespunteado con hilo blanco, en la orilla no tenía más de quince milímetros de ancho.  Algunas veces se ribeteaba con una lámina de plata y entonces la carona no era bordada, sino de lindo y lustroso pelo negro de vaca pelechada; en las puntas de las caronas había un adorno.

Volviendo al recado, la manea se colgaba del fiador. El maneador trenzado. La jerga de entre caronas era de colores muy vivos (azul vermellón y blanco) y eran inglesas: hoy no se encuentran iguales, pero sí del mismo dibujo y siempre dobladas de manera que dos de las borlas que tienen las cuatro puntas caigan repartidas a dos por lado.  La barriguera de la cincha, como la encimera, era muy ancha (un palmo) y de lonja muy blanca (bien afeitada), a veces era de trenzas pequeñas de tientos finísimos, más o menos como las que ahora se ven hechas de piola y que se venden en todas partes, pero esa industria está muy lejos de llegar a la perfección que tuvo en manos de los gauchos aseados.

El pellón era llamado de hilo siendo de lana azul oscuro, finos cordones brillantes tan lucientes como los pellones de cabra.  El sobrepuesto era o de una badana que parecía terciopelo color gris pizarra a fuerza de sobado, o de paño de grana bordado en seda blanca, y la sobrecincha era igual al sobrepuesto, si liso, de badana, ribeteado con listón celeste o rojo, si bordado, con un fleco de seda muy bonito de tres centímetros de ancho.

Las boleadoras se envolvían y se adaptaban a la cabeza mediante tientos que estaban en las alas del lomillo, caían dos bolas al lado de montar y la manija al lado de enlazar. Paseando no se usaba lazo, pero merodeando o en las yerras o las trillas se llevaba por si acaso...

Este lazo se llevaba armado, atado con tientos en el ala trasera del lomillo a la derecha, cayendo los rollos sobre el anca, y la armada cayendo por las nalgas del animal.

El estribo no permitía el pie porque era para los dedos, salvo el caso del estribo de plata generalmente chico.  El freno era el antiguo de aquí, pero con grandes copas, tomado del indio. También llevaban un fiador trenzado, como adorno del caballo, pero si andaba el gaucho en bagual usaba bocado y no freno.

 

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