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NUESTRAS TRADICIONES
EL RECADO

 

EL LAZO Y LAS BOLAS (1772)

FRANCISCO MILLAU

 

El lazo se hace o de una tira muy larga de cuero que tuercen sola y queda del grueso de un dedo, o bien de algunas tiras delgadas, que torcidas juntas componen el mismo, y le ponen en sus extremos unos anillos de fierro; es de mucha fuerza, y con la prevención de tenerlo bien sobado con grasa, es muy dificultoso que se rompa, por mucha oposición y resistencia que encuentre.

Las bolas se componen de tres ramales de aquel mismo grueso cada uno, doblando las tiras con que se hacen en un centro, de donde se van torciendo por tres lados, hasta que sea cada uno largo de tres varas con corta diferencia; en sus extremos se ajustan unas bolas algo redondas, de piedra o grueso por lo regular y de un tamaño que se pueda cerrar fácilmente en la mano, cubriéndolas con un cuero muy apretado alrededor que se une con el ramal; el modo de servirse de ellas, es coger una bola en la mano y hacer dar a las demás que quedan sueltas con sus ramales, algunas vueltas en el aire, por encima de la cabeza, antes de despedirlas.  Por el grande ámbito que cogen entre sus extremos, no es difícil que se acierte el tiro, y apenas llega a tocar por alguna parte a cualquier hombre o animal con las vueltas que dan los ramales, enroscándose en su cuerpo inmediatamente, queda éste derribado o atado sin poder moverse; cuando no han llegado por la mucha distancia a hacer su efecto, recoge el jinete sin dejar de correr, del suelo sus bolas, y prosiguiendo su carrera, vuelve en breve a servirse de ellas.  Por esta facilidad se hace más temible su uso que de cualquier otra arma, y es de gran socorro y utilidad a esa gente, para alcanzar a la carrera cualquier animal, que llaman bolear, pero con los propios no usan estas bolas, por lo mucho que lastiman, y sólo se sirven del lazo, que no puede causarles daño alguno.

 

EL LAZO Y LAS BOLAS (1819-1824)

JOHN MIERS

 

El lazo es un arma arrojadiza utilizada por los nativos de las Provincias Unidas y Chile. Es una lonja de cuero, trenzado, muy fuerte, de espesor parejo -media pulgada de diámetro- y de cuarenta pies de largo, confeccionado de muchas guascas de cuero fresco, trenzado como una sotera y untado con grasa para darle flexibilidad.  Tiene en un extremo un anillo de hierro de más o menos una pulgada y media de diámetro, a través del cual pasa la trenza, formando así un arma corrediza.  Cuando el gaucho o peón nativo utiliza el lazo, generalmente va montado a caballo; fija un extremo de la trenza a la cincha de su silla, y el resto lo arrolla cuidadosamente con la mano izquierda, dejando unos doce pies para la armada, con los cuales forma una aduja y media que toma con la mano derecha. Cuando llega el momento revolea esta armada horizontalmente alrededor de su cabeza. El peso del anillo de hierro contribuye a darle, gracias a este movimiento giratorio continuo, una fuerza centrífuga suficiente como para proyectar la línea, en toda su extensión.  Cuando el jinete considera que el objeto se encuentra a tiro, en un punto justo de la rotación suelta el lazo que se tiende por la tangente gracias a la fuerza centrífuga adquirida, y sigue una dirección rectilíneo v ayudado por el movimiento de la mano en el momento de lanzarlo alcanza el objeto deseado; muy rara vez pierde el tiro.

Si es un caballo, la armada cae, invariablemente, sobre el cogote del animal: si es un vacuno, sobre los cuernos.  Tan pronto como el jinete advierte que ha alcanzado su presa, vuelve rápidamente el caballo en el momento mismo en que el animal atrapado, ajusta la armada; el caballo. que monta el peón clava las patas, como por instinto, en posición para resistir el tirón que da el animal al ser repentinamente detenido por el lazo.  La destreza en esta operación y la exactitud con que un animal que dispara a toda carrera es alcanzado desde una distancia de treinta pies, es admirable y sumamente curiosa.

Las bolas son otro instrumento arrojadizo de singular especie: consiste en tres bolas, de dos pulgadas y media de diámetro formadas cada una por una piedra apretadamente envuelta en una pieza de cuero fresco y fija al extremo de una cuerda de una yarda de largo; las tres cuerdas se unen entre sí por el otro extremo.  El gaucho lleva siempre envueltas las bolas alrededor de la cintura, mientras el lazo va siempre adujado y atado a la montura.  La manera de arrojar las bolas es muy similar a la del lazo; se sostiene con la mano derecha el nudo que une las tres cuerdas, entonces revolcándolas unas cuantas veces alrededor de la cabeza, y tomando puntería, suelta el gaucho el arma desde el punto conveniente de la órbita que le permitirá alcanzar el objeto deseado; la fuerza centrífuga se convierte, así, en una fuerza de proyección.  En su marcha por el aire las bolas divergen y describen un movimiento giratorio alrededor del centro común.  El arma en cuestión se apunta generalmente a las patas y muy rara vez falla, enredando y deteniendo en plena carrera al toro más fuerte, y generalmente, hace caer al animal elegido como blanco.

Las bolas que usan para cazar avestruces son de menor tamaño que las usadas para coger los caballos y ganado.

 

LAZO Y BOLEADORAS (1847)

WILLIAM MAC CANN

 

En esta estancia tuve ocasión de ver, por primera vez, la manera como apresan las vacas, los caballos y otros animales.  El lazo es el instrumento de trabajo más importante y necesario en hi vida de campo.  El que se usa para las faenas del corral mide generalmente doce yardas de largo (11 metros); para trabajar a campo abierto se requiere un lazo de veinte yardas (19 metros).  El lazo es todo de cuero crudo y lleva, asegurada al extremo, una argolla de hierro que sirve para formar un nudo corredizo; cuando se maneja desde el caballo hay que asegurar bien uno de los extremos a la cincha del recado y el otro extremo -bien dispuesto el nudo corredizo- se arrolla manteniéndose en la mano. Antes de tirar el lazo, el jinete lo revolea por sobre la cabeza para darle mayor impulso mientras espera el momento oportuno de hacerlo caer sobre -la cabeza del animal.  Los nativos manejan el lazo con extraordinaria destreza; verdad es que constituyen uno de los primeros juegos de la niñez y es común ver a los pequeños enlazando gatos, perros y ovejas.

Otro medio de que se valen para apresar animales, es el de las boleadoras. Son éstas tres piezas redondas, cada una del tamaño de un huevo y forradas de cuero, amarradas dos de ellas al extremo de un trenzado, también de cuero, de unos diez pies de largo; la tercera bola de piedra se asegura al extremo de una tira más corta, de unos cinco pies-, que va atada a la mitad del primer trenzado; así dispuestas, puede decirse que las boleadoras consisten en tres fuertes correas que miden cinco pies de largo cada una desde el punto de unión y llevan una bola en cada extremo.  Arrojadas por el hombre de campo a las patas traseras de un animal, desde cierta distancia, lo envuelven de tal suerte que, a medida que corre o hace movimientos para liberarse, lo traban cada vez más hasta detenerlo en la carrera.  Pueden lanzarse las boleadoras -en un tiro certero- hasta una distancia de cincuenta o sesenta yardas (45 y 54 metros) y, un jinete, ayudando el impulso del brazo con la velocidad de la cabalgadura, es capaz de arrojarlas a ochenta y noventa yardas.

 

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