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TRADICIONES TRANSPORTES |
LAS
CARRETAS (1772)
FRANCISCO MILLAU
Las carretas que se
emplean son muy grandes; su carga regular es de doscientas arrobas cada una y
lleva para su gobierno dos peones, uno a caballo y otro adentro en la delantera
para manejar la picana con que gobierna a los bueyes. Es ésta hecha de una sola
tacuara o caña brava, de las que se crían en los parajes más cálidos de la
Provincia del Río de la Plata; tiene esta caña sus cañutos y concavidades como
la de España, pero se diferencia así en su tamaño y espesor de su madera, como
en su solidez, en la fortaleza que tiene por su mucho grueso, que en algunas
llega a ser en su país de cerca de una cuarta de diámetro, y en las más poco
menos. Es a proporción muy crecida en altura, disminuyendo a rematar en punta;
se llama tacuara, por distinguirse de otra que hay como la común de España, que
se conoce allí con nombre de caña de Castilla. Esta picana descansa
equilibrando sobre un medio anillo de madera, que pende de una cuerda hecha
firme en el extremo del techo delantero de la carreta, compensando lo largo que
queda por delante afuera, a lo muy corto v grueso que queda adentro, con lo que
puede el peón con facilidad adelantar, acortar e inclinarla a la parte que
quisiere, para picar con un hierro que tiene en su punta, a los bueyes
delanteros y segundos, y con otra pequeña que tiene, de mano, pica a los del
tronco o, como llaman allí, pértigo.
Lleva regularmente cada
carreta tres yuntas de bueyes, y en pasos malos de cuesta o barriales se añaden
otras que llaman cuarteros, y más en algunas ocasiones. Va siempre acompañada
la tropa de bastante caballada y de una numerosa boyada, entre la que va
mezclada una porción grande de terneros, para comer diariamente carne fresca;
lleva también sus carpinteros con algunas maderas de repuesto ya labradas, para
abreviar la compostura que se pueda necesitar de ejes o ruedas en el viaje.
...Las tropas hacen
siempre de noche sus paradas cerca de algún arroyo, donde se encuentre leña, a
excepción de tal o cual paraje sabido, al que llevan de la jornada antecedente
la prevención que pueden necesitar. El modo de parar es haciendo las carretas
un círculo que forman unidas entre ellas, en cuya disposición quedan sirviendo
de algún resguardo a la gente que se recoge en el medio de él, y se halla de
ese modo en la mejor proporción para defenderse por todos lados de cualquier
acontecimiento imprevisto. El mayor cuidado que se tiene en la noche es con los
animales, y principalmente con la caballada, con cuya pérdida estaría expuesta
a perecer toda la conducta; por lo que desde que empieza hasta el día, se dejan
algunos caballos ensillados, en los que los peones, alternando la fatiga,
montan a cada rato, rondando y recogiendo el ganado que se aleja, o a veces se
dispara por algún susto de tigre u otra casualidad; se dejan también toda la
noche algunos caballos atados a las carretas con el freno puesto para echar al
instante mano de ellos, en algún lance que pueda sobrevenir.
LA
CARRETA (1773)
CONCOLORCORVO
Las dos ruedas son de dos
y media varas de alto, puntos más o menos, cuyo centro es de una maza gruesa de
dos a tres cuartas. En el centro de ésta atraviesa un eje de quince cuartas
sobre el cual está el lecho o cajón, de la carreta. Éste se compone de una viga
que se llama pértigo, de siete y media varas de largo, a la que acompañan otras
dos de cuatro y media, y éstas, unidas con el pértigo por cuatro varas o
varejones que llaman teleras, forman el cajón, cuyo ancho es de vara y media.
Sobre este plano lleva en cada costado seis estacas clavadas, y en cada dos va
un arco que, siendo de madera o especie de mimbre, hacen un techo ovalado. Los
costados se cubren de junco tejido, que es más fuerte que la totora que gastan
los mendocinos, y por encima, para preservarlas de aguas y soles, se cubren con
cueros de toro cosidos, y para que esta carreta camine y sirva se le pone al
extremo de aquella viga de siete y media varas un yugo de dos y media, al que
se uncen los bueyes, que regularmente llaman pertigueros.
En viajes dilatados, con
carga regular de ciento cincuenta arrobas, la tiran cuatro bueyes, de los
cuales los dos de adelante se llaman cuarteros. Éstos tienen su tiro desde el
pértigo por un lazo llamado tirador, que, es del grosor correspondiente al
ministerio, doblado en cuatro, y de cuero fuerte de toro o novillo de edad. Van
igualmente estos bueyes uncidos en un yugo igual al de los pertigueros, que va
asido por el dicho lazo. Estos cuarteros van distantes de los pertigueros tres
varas, poco más o menos, a correspondencia de la picana, que llaman de cuarta,
que regularmente es de caña brava de extraordinario grosor o de madera que hay
al propósito. Se compone de varias piezas, y la ingieren los peones y adornan
con plumas de varios colores.
Esta picana pende como en
balanza en una vara que sobresale del techo de la carreta, del largo de vara y
media a dos, de modo que, puesta en equilibrio, puedan picar los bueyes
cuarteros con una mano, y con la otra que llaman picanilla, a los pertigueros,
porque es preciso picar a los cuatro bueyes casi a un tiempo. Para cada carreta
es indispensable un peón, que va sentado bajo el techo delantero, sobre un
petacón en que lleva sus trastes, y sólo se apea cuando se descompone alguna de
las coyundas o para cuartear pasajes de ríos y otros malos pasos.
Además de las ciento
cincuenta arrobas llevan una botija grande de agua, leña y maderos para la
compostura de la carreta, que con el peso del peón y sus trastes llega a
doscientas arrobas. En las carretas no hay hierro alguno ni clavo, porque todo
es de madera. Casi todos los días dan sebo al eje y bocinas de las ruedas, para
que no se gasten las mazas, porque en estas carretas va firme el eje en el
lecho, y la rueda sólo es la que da vuelta.
Los carretones no tienen
más diferencia que ser las cajas todas de madera, a modo de un camarote de
navío. Desde el suelo al plan de la carreta, o carretón, hay vara y media y se
sube por una escalerilla, y desde el plan al techo hay nueve cuartas. El lecho
de la carreta se hace con carrizo o de cuero, que estando bien estirado es más
suave...
A los bueyes sólo les
fatiga el calor del sol, por lo que regularmente paran a las diez del día, y
cada picador, después de hecho el rodeo, que es en proporción del número de
carretas, desune sus cuatro bueyes con gran presteza y el bueyero los junta con
las remudas para que coman, beban y descansen a lo meneas hasta las cuatro de
la tarde. En estas seis horas, poco más o menos, se hace de comer para la
gente, contentándose los peones con asar mal cada uno un buen trozo de carne.
Matan su res si hay necesidad y también dan sebo a las mazas de las ruedas, que
todo ejecutan con mucha velocidad...
A las cuatro de la tarde
se reanuda el caminar, y se para la segunda vez el tiempo suficiente para hacer
la cena, porque en caso de estar la noche clara y el camino sin estorbos,
vuelven a uncir a las once de la noche y se camina hasta el amanecer...
UNA
TROPA DE CARRETAS (1806)
ALEJANDRO GILLESPIE
Este día vi muchas
lechuzas, que se meten bajo tierra, y cruzamos una tropa de sesenta carretas...
Siempre viajan en número
para defenderse, pues de otro modo las carretas serían asaltadas por los indios
pamperos, que habitan las llanuras de su camino. Son generalmente tiradas por
seis bueyes, dos de los cuales sostienen el pértigo de la carreta, yendo los
otros uncidos con coyundas de cuero, que en todas partes sustituye al cordaje.
El carrero maneja las yuntas con una picanilla larga, provista de púa en la
punta para los delanteros, otra mediana para la yunta del medio, mientras los
que van en el pértigo son aguijoneados con un palito cuando es necesario.
Los carreteros son muy expertos
en usarlas y desempeñan su tarea con mucha facilidad y seguridad. Esas tropas
adelantan con gran regularidad: a la salida se divide en partes, a cada una
de las cuales se agrega un guía, llamado el carretero, que se adelanta siempre
que está cerca cualquier vado, o barranco profundo, para probar el mejor sitio
de cruzarlo. Con el objeto expresado, las ruedas de estos carruajes son muy
altas y el orden cerrado en que se mantiene su línea de marcha es teniendo
en vista el formarse más pronto en círculos ante cualquier ataque repentino.
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