Virreinato del Río de la Plata
1617 – Creación de la Gobernación del Río de la Plata.
1661 – Se establece la Audiencia de Buenos Aires. Máximo Tribunal
de Justicia.
1713 – Construcción del Fuerte de Buenos Aires.
Desde
comienzos de la década de 1760, la Corona Española decidió
fortalecer el sur de su imperio y cerrar el flanco abierto a la penetración
de los portugueses y de otras potencias. Las operaciones militares locales
se combinaron con las negociaciones europeas, a menudo de manera contradictoria.
En 1776, la exitosa campaña del Gobernador Pedro de Cevallos se
detuvo cuando el Tratado de San Idelfonso, firmado en 1777, concedió
a los portugueses la zona de Río Grande y siete pueblos misioneros.
Pero la decisión estaba tomada: se creó un nuevo virreinato,
con capital en Buenos Aires y jurisdicción sobre la Banda Oriental,
el Paraguay, Tucumán, Cuyo y el Alto Perú, con el valioso
cerro de Potosí incluido. El primer Virrey fue Pedro de Cevallos.
Las funciones básicas del Virreinato del Río de la Plata
eran asegurar la defensa, incrementar la recaudación fiscal y garantizar
que el comercio se dirigiera a la metrópoli.
La autoridad del Virrey sólo estaba limitada por la Audiencia,
con funciones judiciales y administrativas. A la Audiencia de Charcas
se sumó en 1785 la de Buenos Aires (que había sido suprimida
en 1671), con jurisdicción en las provincias de Paraguay, Tucumán
y Cuyo. La clave de la nueva administración fue la división
del virreinato en intendencias y gobernaciones. Era el modelo francés,
más funcional, que compensaba la centralización del poder
con una mayor subdivisión territorial. Los intendentes, bien remunerados
y estrictamente controlados, a menudo entraron en conflicto con los cabildos.
Una Junta Superior de la Real Hacienda se hizo cargo de las finanzas e
introdujo modernos criterios de contabilidad.
El virreinato fue dividido en intendencias y varias gobernaciones militares.
Intendencias: La Paz, Potosí, Paraguay, Salta del Tucumán,
Córdoba del Tucumán y Buenos Aires.
Gobernaciones: Moxos, Chiquitos, Misiones y Montevideo.
Las reformas borbónicas incrementaron el número de funcionarios
civiles. Los militares fueron menos, salvo en Montevideo, donde tenía
su asiento la flote. El virreinato empezó a ser gobernado con papeles,
que transmitían las órdenes y disposiciones. La burocracia
se convirtió en una carrera basada, al menos en parte, en la competencia
y la promoción y los cargos más altos solían ser
reservados a los españoles, pero entre los funcionarios menores
tenían cabida los criollos. Los Cabildos estaban abiertos a los
vecinos bien conceptuados, peninsulares y nativos, perola nueva actividad
administrativa los obligó a cambiar de actitud. Así, en
muchos casos, nació un espíritu municipal que entró
en colisión con las autoridades hispánicas.
Buenos Aires exportaba por año un millón de cueros. Venían
sobre todo de las llanuras de la Banda Oriental y Entre Ríos, cuyo
crecimiento notable y desordenado fue impulsado por los comerciantes porteños
y de Montevideo. En la zona rural de Buenos Aires, donde ya se había
agotado el ganado cimarrón, se desarrolló la explotación
más ordenada de las estancias, donde coexistía un amplio
sector de agricultores. En Santa Fe, antiguo puerto jesuítico en
decadencia, los hacendados encontraron una alternativa: la cría
de mulas, que se vendían en la feria Salta para ser utilizadas
en las minas del Perú. El indio y el cuatrerismo fueron otros problemas.
La respuesta fue instalar una línea de fortines y cuerpos militares.
En 1779 la línea de frontera cruzaba por Chascomús, Ranchos,
Montes, Lobos, Navarro, Guardia de Luján, Carmen de Areco, Salto,
Rojas y Pergamino; y era defendida por el Cuerpo de Blandengues fundado
en 1752, que además se ocupaba de controlar el contrabando y el
cuatrerismo e implantar alguna forma de orden jurídico.
En Mayo de 1774, el auge mercantil de Buenos Aires decidió a la
Corona a instalar un Consulado de Comercio en esta ciudad. Sus funciones
debían ser dobles: ejercer de tribunal de justicia en asuntos comerciales
y oficiar de junta de protección y fomento del comercio y la industria.
Desde un principio, el Consulado estuvo sometido a una fuerte disputa
interna entre los grupos de intelectuales ilustrados, partidarios del
libre comercio, y los comerciantes vinculados a la ruta de Cádiz,
que se beneficiaban con el monopolio. Estos conflictos le restaron eficacia.
Pero el Consulado se transformó en una usina de difusión
de los principios económicos renovadores. La principal figura fue
su Secretario, Manuel Belgrano. Entre los funcionarios del Consulado se
encontraban muchos de los miembros de la futura Primera Junta de Mayo
de 1810 y de los otros gobiernos revolucionarios. Desde el Consulado se
promovió el desarrollo de la agricultura y del comercio.
FUENTE:
HISTORIA VISUAL DE LA ARGENTINA – BIBLIOTECA CLARIN
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