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TRADICIONES EL GANADO |
CABALLOS
CIMARRONES O BAGUALES (1772)
JOSÉ SÁNCHEZ LABRADOR
Hasta el tiempo presente están muchos campos llenos
de estos animales que coge el que quiere, los amansa, y vende... Los caballos
cimarrones no salen de aquel garbo, y elegancia que los domésticos, aunque se
ven de aquellos muchos muy hermosos. No porque no sea favorable el clima, sino
por su continuo desasosiego en mudar de sitios, y faltarles el cuidado del
hombre. Pero sea de esto lo que se quisiere, esos caballos cimarrones, luego
que sienten gente, corren todos en tropa, y a poco trecho se paran; pero uno
que hace como centinela, presintiendo el riesgo, rompe, relincha, huye y todos
le siguen.
Adviértese en estos caballos cimarrones mayor
fortaleza y ligereza, y que son más nervados, que la mayor parte de los
domésticos... El natural de estos caballos cimarrones no es feroz; son
solamente ardientes, y salvajes: se aficionan los unos a los otros; no se hacen
guerra entre sí mismos, y viven en paz; porque sus apetitos son simples y
moderados, y tienen cuanto basta para no envidiarse las mutuas prerrogativas.
La principal propiedad, que se nota en las
caballadas cimarronas, temida de los que transitan por los parajes en que
moran, es la siguiente: en viendo caballos mansos se juntan tropas de quinientos,
y a veces más, y otras menos, de las cimarronas. Toman carrera hacia donde
están los mansos y si no hay gran diligencia en apartarlos, los cogen dentro
del tropel y los hurtan, llevándoselos a sus prados.
La manera de coger los caballos cimarrones es, o con
bolas o con lazo de cuerda de cuero con su argolla escurridiza en la punta...
Abre el campeador (por hombre de campo) el lazo, dándole una cuantas
hondeaduras (por revolear el lazo), y, desde su caballo, le tira al cimarrón
que le agrada. Éste queda preso por el cuello; y como el lazo está afianzado a
la silla por el lado derecho, y los camperos son diestrísimos en arrojar el
lazo, y cerrar la lazada, no hay riesgo de que el cimarrón se escape. Antes
bien, al dar el tirón el preso, suele azotarse con todo su cuerpo en tierra;
tal es la violencia. Algunas veces cae de tal postura, que, recibiendo el golpe
en su cuello, se le quiebra éste, o se desnuca. Después los doman y salen
buenos caballos.
Estos caballos cimarrones, a los cuales llaman
también baguales, por estar siempre en tierras llanas, y sin piedras, no tienen
otro defecto sino el que sus vasos son delicados. Por esto, entrando con ellos
ya mansos en terreno pedregoso, o de serranías fácilmente se despean; hasta que
con el tiempo, y pisar en duro, se les ponen consistentes.
LOS CABALLOS
ALZADOS (1744)
TOMAS FALKNER
El comercio principal del país es la ganadería. En
todas partes tienen grandes majadas de ovejas y cuando yo recién llegué era
tanto el ganado vacuno, que, fuera de los rodeos de hacienda mansa, en inmensa
cantidad alzado y sin dueño, se extendía por todos los llanos a una y otra
parte de los ríos Paraná, Uruguay y aún del mismo Río de la Plata; y poblaban
todas las pampas de Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe y Córdoba. La codicia, empero,
y el descuido de los españoles han destruido a tal grado este ganado alzado,
que a no ser por el hecho providencial de alguna gente más previsora, ya la
carne se hubiese puesto carísima en aquellas regiones. En los primeros tiempos,
no pasaba año sin que zarpasen de seis a ocho buques de Buenos Aires cargados
de cueros en su mayor parte. Grandes eran las matanzas que se hacían sin que se
aprovechase más que los cueros, la gordura y el sebo; pero la carne se tiraba
al campo para que se pudriese. El consumo anual de ganado que se carneaba sólo
en esta forma, en la jurisdicción de esta ciudad de Santa Fe, no era más que
una de tantas, no dejaba de alcanzar a algunos cientos de miles; y la costumbre
aún no se ha dejado del todo...
Hay también gran copia de caballos mansos, y un
número increíble de baguales... Los caballos alzados no tienen dueño, y andan
disparando en grandes manadas por aquellas vastas llanuras que delimitan hacia
el este con la provincia de Buenos Aires y el mar océano hasta llegar al Río
Colorado; al oeste con las cordilleras de Chile y el primer Desaguadero; al
norte con las sierras de Córdoba, Yacanto y Rioja; y al sur con los bosques que
son los límites entre los Tehuelches y Diuihets. Se lo andan de un lugar a otro contra el viento, y en un viaje
que hice al interior, el año 1744, hallándome en estas llanuras durante unas
tres semanas, era un número tan excesivo que durante quince días me rodearon
por completo. Algunas veces pasaron por donde yo estaba en grandes tropillas a
todo escape durante dos horas sin cortarse; y durante todo este tiempo, a duras
penas pudimos, yo y los cuatro indios que entonces me acompañaban, librarnos de
que nos atropellasen e hiciesen mil pedazos.
Otras veces he transitado por esta misma región sin ver uno solo de
ellos.
A la gran abundancia de caballos y ganado vacuno se
atribuye el que los españoles e indios, no cultiven sus tierras con ese cuidado
y diligencia que se requiere y que la ociosidad haya cundido tanto entre todos
ellos. Lo más sencillo es que cualquiera de ellos pueda tener o amansar una
tropilla de caballos mientras que armado con su cuchillo y su lazo está ya
habilitado para proporcionarse mantención: vacas y terceros abundan y lejos
de la vista de los dueños; así es que fácil es carnearlos sin que se aperciban
y ésta es la práctica general.
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