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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina |
NUESTRAS
TRADICIONES EL HOMBRE |
INDIOS
Y GAUCHOS (1818)
SAMUEL HAIGH
El país llamado las
Pampas es completamente llano y sin atractivos en cuanto a paisaje; se va de
posta en posta sin el mínimo cambio de vista; parece (si se puede usar la
expresión y se tolera un disparate) un "mar de tierra". Abunda en pasto y yuyos altos hasta el
Arroyo del Medio, pero aquí se hacen más fértil, con mucho matorral y árboles
pequeños, muchos de éstos frutales, durazneros, ciruelos, almendros, etc. Del
Arroyo del Medio a la Esquina de Ballesteros, las postas son misérrimas en todo
el camino. Éste es el campo disputado entre indios y gauchos; por consiguiente,
las postas de la Cabeza del Tigre, Cruz Alta, Saladillo, Fraile Muerto, están
fortificadas para resistir los sangrientos ataques de los indios.
El modo de hacer las
fortificaciones merece anotarse por su singularidad. Se plantan juntas tunas que crecen veinticinco o treinta pies en
alto, formando círculo, y dentro de este recinto se guarecen los habitantes del
rancho; a veces hay zanjas alrededor de estas defensas. Como los indios van armados solamente de
arcos y flechas y lanzas largas, no pueden hacer daño alguno. Los gauchos
tienen, generalmente, mosquetes, y pueden hacer fuego con seguridad desde atrás
de sus fortines y vegetales imposibles de romper con caballos y hombres.
Se me ha dicho que los
indios a veces se acercan jineteando a la zanja, profiriendo alaridos de guerra
y cabriolean en son de burla con destreza fantástica. Los caballos indios se
consideran los mejores de la llanura, por ser más ricos los pastos del sur; los
indios también los cuidan más que los gauchos; nunca montan en yegua que se
reservan completamente para cría y alimento, del que suministran la mejor
provisión posible a sus dueños salvajes, pues galopan junto con los soldados en
todos los malones; y de este modo, los indios siempre pueden sorprender a los
cristianos por la rapidez de sus marchas y no sufrir hambre. Algunos de los
fortines, en la época colonial se hallaban provistos de cañoncitos, ahora tan
viejos y picados que, creo, si se hiciera fuego con ellos probablemente serían
víctimas los artilleros. En fin de cuentas, estas defensas son inútiles cuando
los indios se presentan en cantidad y, como prefieren la sorpresa nocturna,
generalmente consiguen su objeto y con frecuencia en una sola noche destruyen
toda la población y sus ocupantes. Matan todos los hombres, viejas y niños, y
se llevan consigo las jóvenes que tienen la suerte de agradar a su fantasía,
junto con los caballos y el ganado de los corrales, y dejan los ranchos
incendiados. Los gauchos cuentan historias terribles de las atrocidades
cometidas por sus salvajes vecinos, bien evidenciadas por las ruinas negras de
ranchos en estas partes del país; sin embargo, las dos tribus están en general
al mismo nivel, pues los gauchos invariablemente degüellan a "los indios
malditos" que caen en sus manos.
EL
GAUCHO Y EL INDIO PAMPA (1855)
BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA
El gaucho de la pampa es como el
árabe del desierto, es el beduino de la América, su traje, sus costumbres, su
vida es una copia bruta y sin poesía de la Arabia de Saladino; su chiripá es el
bornuz, su caballo su única propiedad, el puñal es su amigo, y su casa la
sombra del ombú cuyo follaje lo refresca en la travesía cual el árabe reposa al
pie de la palmera.
El gaucho nace en el suelo, abre
los ojos sorprendidos en una chigua, crece revolcándose en las cenizas y
jugando con la catana que es muchas veces el único mueble de la casa. Su
primera salida al campo es con el lazo, y su próximo ensayo consiste en bolear
un avestruz o ayudar a su padre a decollar un toruno. A los 15 años ya el
gaucho es un hombre completo, porque está instruido en todos los resortes de su
vida salvaje y no aprenderá otros; su libertad absoluta le indica desde
entonces la extensión de su señorío; en un rey en la soledad, las pampas son su
dominio, sus vasallos es todo lo que está al alcance de su lazo. El único rival
que la naturaleza le ha creado es el indio pampa, animal feroz que mata o muere
en sus correrías, pero el gaucho pampero lo ha subyugado al fin. El gaucho es
hoy día omnipotente.
El gaucho, lo hemos dicho, es el
soberano de la pampa. No posee nada, pero es dueño absoluto en el mundo en
que vive. Si su caballo se cansa en la travesía, su lazo le da otro; si tiene
hambre, sus bolas proveen su estómago con la carne que elija en el suelto
ganado, o bien de la avestruz y del león, o ya de las aves acuáticas que lo
visitan en el invierno, o bien de la perdiz que fascina con una vuelta de
su caballo y mata con su rebenque. La carne es siempre su único alimento.
El gaucho pampeano no ha visto tal vez en toda su vida los ranchos de San
Luis en medio de la pampa; pero a él ¿qué le importa?: ése es otro reino,
ahí hay subdelegados, cepo y policía; él es libre, es soberano, es más todavía,
es omnipotente porque desprecia todo poder...
El único adversario que ha osado
hasta aquí invadir sus dominios es el indio del Sur, que es al gaucho de la
pampa, lo que el tigre al león, y en efecto, el gaucho y el indio se aborrecen
y se descuartizan como el león y el tigre. El indio pampa es una bestia feroz;
anda desnudo sobre el lomo del caballo con la lanza por único atavío y el
pelo negro y áspero como una crin sujeta sobre la aplastada frente con una
tira de trapo mugriento o bayeta colorada por único atavío. Su único rasgo
humano, que lo acerca al instinto del bruto, es un indomable valor, porque
el indio pampa sólo sabe dos cosas: matar y morir. No perdona nunca ni gusta
que lo perdonen.
...Como el viento que se levanta
en los llanos donde habitan, sus hordas feroces barren los países que recorren
dejando sólo muertes y desolación. Pero al fin el gaucho ha puesto una valla
pasajera a sus incursiones; para el gaucho el indio no es sino un animal como
un zorro o un jabalí, y cuando lo atrapa, lo manea, lo degüella, lo carnea y
tira las presas a sus perros... La pampa entera ha sido un inmenso campo de
batalla entre el gaucho y el indio y entre los gauchos entre sí; no hay posta
en la que no se haya dado un asalto, no hay sendero que no haya conducido mil
veces las huestes de un malón, no hay gaucho que no haya peleado de hombre a
hombre...
Es la pampa una nación de guerreros
y si se poblara saldrían de ahí los conquistadores del mundo como aquellas
falanges tártaras de Tamerlán que hacían pirámides de miles de cabezas después
de sus combates... Yo no he visto un solo gaucho en toda la pampa que no tuviera
alguna cicatriz en la cara o en las manos. Nuestros dos capataces estaban
también lastimados y nos contaban que habían peleado a cuchillo muchas veces...
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