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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina |
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TRADICIONES LA ALIMENTACION |
EL MATE (1824)
JOHN MIERS
A causa de haberme despertado momentos antes de que aclarara, pude
presenciar una curiosa y pintoresca escena. Parte de la familia se había
levantado, y luego de encender fuego debajo del triángulo se habían apiñado a
su alrededor tantos cuantos cabían; algunos estaban sentados sobre pequeños
trozos de madera; otros sobre sus talones, con las rodillas tocándoles el
rostro; las llamas arrojaban una luz intensa que, al contrastar con la densa
sombra del fondo destacaban al grupo, sus rústicos trajes y extrañas posturas;
el efecto era raro e interesante... El Matecito
hacía la rueda de mano en mano, y por el largo tubo de lata cada uno tomaba a
su turno un sorbo de infusión de yerba
del matecito o calabaza. El conjunto de la escena y las circunstancias del
momento me llevaron a imaginar que estábamos vivaqueando entre los indios, o
entre algunos salvajes, parias de la sociedad. Me levanté y me uní al grupo.
Todos se apresuraron a hacerme lugar. Sin decir una palabra se preparó un matecito
nuevo. Un viejo arrojó las hojas que estaban utilizando y sacó de debajo del
cuero, sobre el cual estaba sentado, una piel de cabrito con las patas y la
cola anudadas formando un saco; allí guardaba su provisión de yerba. Tomó un
puñadito de yerba, lo puso dentro de la calabaza, y la llenó con agua que
hervía en un recipiente de cobre, el cual constituye una parte esencial de los
utensilios domésticos de cada gaucho. Entonces, introduciendo la bombilla, o
tubo de lata (son generalmente de plata) lo revolvió, tomó un sorbo para
asegurarse de su bondad, y me lo ofreció, tocando el ala de su sombrero en el
momento en que yo lo recibía. He sido
un tanto prolijo en este relato al describir una costumbre que, sin variaciones
en cuanto a preparación, utensilios o maneras, puede observarse entre ricos y
pobres y es universal en estas regiones de Sudamérica. Esta gente nunca hesita en recibir en su
boca el tubo que pocos momentos antes estuvo en la de otro. En la más pulida sociedad el mismo tubo pasa
de uno a otro en idéntica forma.
EL MATE (1889)
ALFREDO EBELOT
... Están ya todos formando rueda alrededor del fogón, acurrucados o
sentados en unas cabezas de vaca. El que ha encendido el fuego tiene ya
dispuesta la pava encima de la llama y coloca en el Mate la conveniente cantidad de yerba, sacándola de un pañuelo
extendido en tierra al alcance de su mano.
Introduce enseguida la bombilla de
lata, procurando con prudentes artificios que los agujeritos que la
terminan estén en contacto con los fragmentos de yerba más gruesos. De lo
contrario, la yerba pulverizada taparía el tubo. Echa el agua caliente con
precaución, con gravedad. No es dado a todos echarla como se debe. En fin, con
la misma imperturbable seriedad, se toma la primera infusión. La yerba contiene
unos principios amargos que son los primeros en disolverse. Sería grave
imprudencia ofrecer el mate antes de sacárselos.
En fin echa nuevamente agua y da el mate al gaucho más cercano, si están entre puros compañeros, o sino
a la persona que le merece deferencia, una mujer, el patrón, un huésped. Nueva
absorción por pequeños sorbos. El mate vuelve al encargado de prepararlo, pasa
a otro, circula de mano en mano.
A medida que va y viene, las fisonomías se animan, los ojos pesados de
sueño brillan, el escalofrío matutino está reemplazado por un delicioso
bienestar, la charla se arma que da
gusto.
... El mate tiene una doble
faz, como Jano. Se presta a la conversación y la alimenta, comunica a las
largas veladas una jocosa versosidad. Por otra parte, acompaña bien los
silencios contemplativos en que se mece la imaginación de los pueblos
primitivos ...
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