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A 190 Años de la Usurpación de las Malvinas

3 de Enero de 1833

[03/01/2023] ¿Se pudo haber evitado la usurpación de las Islas Malvinas?
Dos meses antes de que los ingleses ocuparan el archipiélago las tropas nacionales que habitaban el lugar se sublevaron asesinando a su Jefe, generando caos entre sus efectivos y dejándolos con una moral más que alicaída. Seguramente un destacamento con buen estado de ánimo y con un jefe con la autoridad como el que asesinaron hubiera resistido y quizás repelido el ataque británico impidiendo que llevaran a cabo su propósito.
A continuación reproducimos una síntesis de un estudio crítico de Ernesto Fitte que fue publicado con el título de “Sangre en Malvinas: El asesinato del Comandante Mestivier”, que cuenta los hechos acaecidos desde el homicidio hasta la ocupación británica.
“Conforme con las instrucciones impartidas [por el Gobernador Rosas], el 10 de Octubre [de 1832] tenía lugar la ceremonia de toma de posesión de la Comandancia de las islas por parte del Sargento Mayor Francisco Mestivier, con la consiguiente reafirmación de nuestro dominio sobre ese pedazo de suelo patrio.
“Como primera medida, el Gobernador Mestivier se ocupó de alojar a los efectivos que quedarían de guarnición. Procediendo a distribuir equitativamente las casas habitables existentes, entre los hombres de tropa, considerando la situación de cada uno, ya fuesen casados con hijos o sin ellos, o bien solteros.
“Primero cabe exponer lo ocurrido. Dijimos que el 21 de Noviembre de 1832, una vez instalada la nueva Comandancia y después de estar... ‘todo arreglado’, según expresaría Pinedo más tarde, la goleta bajo su mando [la Sarandí] abandonaba su fondeadero en Puerto de la Soledad, con el propósito de efectuar un crucero de inspección por el litoral sur del archipiélago en busca de barcos extranjeros dedicados a la pesca en aguas argentinas, en cumplimiento del artículo 8 de sus instrucciones. Luego de sorprender en infracción a dos, se dirigió al Estrecho de Magallanes en persecución de un bergantín oriental y de otro buque de bandera americana.
“En el intervalo parte de la guarnición de Soledad se había sublevado, atacando al Mayor Mestivier en sus habitaciones, y ultimándolo a tiros y a bayonetazos; el criminal atentado se produjo el 30 de Noviembre en horas de la noche, nueve días después de la partida de la Sarandí.
“La rigidez del Comandante Mestivier en cuanto a disciplina era estricta; no consentía ninguna falta a sus subordinados, y demostraba poseer mano dura para aplicar castigos. Poco bastó para que se lo acusase de tratar mal a la tropa, y de restringirle las raciones a aquellos que se mostraban remisos en el cumplimiento de sus ordenanzas. Un día, a raíz de haber herido a dos paisanos y a otro soldado, el clase Bernardino Cáceres [Soldado de Infantería] recibió 75 azotes; por un robo de aguardiente, Manuel Sáenz Valiente, también del cuerpo de Patricios de Buenos Aires, fue metido en prisión.
“Además de ser malquerido por sus hombres a causa de tan extrema severidad, estos veían en Mestivier a un intruso dada su condición de extranjero [era francés], obedeciendo en cambio ciegamente al Ayudante Gomila, en quien reconocían al verdadero jefe de la colonia.
“Veamos ahora los detalles del cruento suceso, narrados por un tercero que al parecer los recogió sobre el terreno [un oficial de la corbeta de guerra inglesa ‘Tyne’ arribada a Soledad poco después de la partida de la ‘HMS Clio’ que tomó posesión del archipiélago]. Manifiesta el autor que siendo de noche, agobiado el susodicho Mestivier por horas de fatiga y vigilancia, terminaba de retirarse del aposento de su esposa a fin de evitarle cualquier ruido que perturbara su reposo, cuando irrumpieron cuatro facinerosos con el propósito de asesinarlo. Más inclinado a evitarle a su compañera imágenes de horror, disponiendo como disponía de armas con que atender a su salvaguardia, propuso a los atacantes retirarse de la casa habitación y dirimir la disputa afuera. Los atacantes, simulando aceptar la proposición, lo ultimaron no obstante a tiros y bayonetazos en el umbral de la entrada, y luego con la ayuda del Cabo 1° Juan A. Díaz y otros, arrastraron el cadáver a una zanja abierta frente a la puerta, donde permaneció tirado durante varios días. El terror que produjo la noticia, hizo que nadie se atreviese a enterrarlo o recubrirlo, ni tan siquiera para que los buitres no se ensañaran con los despojos mortales del desgraciado Comandante.
“El responsable material del crimen fue el soldado de color Manuel Sáenz Valiente; era un individuo de pésimos antecedentes, a quien esa noche liberaron de la cárcel sus compinches, y al cual incitaron a llevar a ejecución las amenazas que había hecho públicas, en el sentido que eliminaría al Comandante Mestivier en cuanto lo tu8viera a su alcance.
“Empero no desempeño ni por asomo el papel de cabecilla; la culpabilidad mayor recayó en el Sargento 2° José María Díaz y Cabo 1° Francisco Ramírez, sindicados como dirigentes de este acto de fuerza.
“El hecho ocurrió el 30 de Noviembre de 1832. al soldado Sáenz Valiente, que estaba preso, dijimos que lo sacaron del encierro los demás conjurados y le dieron armas. De ahí en más, la situación se ofrece confusa; lo cierto es que el grupo acudió en tropel a las habitaciones donde residía Mestivier, habiendo desarmado en su camino al soldado José María Suárez, de quien desconfiaban los amotinados, pero no obstante los siguió por miedo o recelosos que pudiesen ultimarlo.
“La vivienda que servía de alojamiento a Mestivier y a su mujer e hijo se componía de tres ambientes; según la mencionada narración del oficial del ‘HMS Tyne’ –quien visitó los aposentos-, en el ‘...mejor se observaba un tolerable sofá y una mesa, junto a un piano cubierto de polvo y a una guitarra rota, emblemas de un refinamiento femenino que excitaron mi curiosidad...’.
“La actuación del Ayudante Gomila mientras se desarrollaban estos sucesos, nunca pudo ser bien aclarada; probado que no estuvo presente al ejecutarse la acción criminal, diversas personas testimonian que se despertó despavorido al escuchar los disparos, escapando a medio vestir; otras en cambio en cambio sostienen que los amotinados fueron a sacarlo de su alojamiento para llevarlo al lugar del crimen. De cualquier manera, lo real es que no tomó providencia alguna contra la banda de facinerosos. Ni se atrevió a encarcelarlos, ni demostró apuro en iniciar el sumario correspondiente, una vez comprobado el asesinato.
“Para todo nada mejor que acudir... al informe elevado el 16 de Enero de 1833 al Capitán del Puerto, Don Francisco Lynch por Pinedo; en ese escrito el Comandante narra que... ‘el día 30 [de Noviembre] por la mañana, a las 6 horas de ella, vinieron a mi bordo dos botes, el uno de la goleta inglesa «Rapid», que yo había auxiliado dándole mis carpinteros, los que pusieron el buque en orden, y en el otro venía el Ayudante Gomila armado de pistola y sable con dos individuos más de la isla, el que me dio parte de haber habido un motín por la tropa de su mando, los que habían asesinado al Comandante Mestivier, los que se hallaban presos en número de siete individuos, y que la isla y el resto de la tropa se hallaban en desorden, y él había fletado la goleta «Rapid» con destino a Buenos Aires, la que debía dar la vela al día siguiente, y en el momento suspendí las anclas y me dirigí al puerto, y a las 9 de la mañana di fondo en la boca y me fui a tierra al instante...’.
“Desde ese minuto la acción cobra un compás acelerado. Se lo imprime Pinedo, en la creencia que puede contar con Gomila, de quien no sospechaba estuviese complicado o comprometido en el drama, empieza por nombrarlo instructor del sumario, que deberá levantar a los insurrectos asistido del Subteniente Lista, pero a poco le llegan denuncias que el aludido no obraba conforme a las reglas procesales, y que los propios incriminados se negaban a declarar ante él, acusándolo de ser partícipe en el amotinamiento. Tres civiles de la administración Vernet lo señalan igualmente como instigador.
“No le queda otro recurso a Pinedo que rendirse a la evidencia; vuelve sobre sus pasos, arresta a Gomila, recoge el armamento disperso y destrozado, y termina por remitir a los siete asesinos, junto a Gomila y los soldados Gadea y Delgado, culpables de las atrocidades cometidas con el cuerpo de Mestivier, en calidad de detenidos a bordo de la embarcación a su mando.
“En sus aspectos generales y salvo variantes de detalle, estas incidencias son corroboradas por quienes deponen en el titulado ‘Proceso mandado seguir por orden Superior al Teniente Coronel José María Pinedo, comandante de la goleta de guerra «Sarandí» para esclarecer la conducta militar que tuvo la isla de la Soledad cuando fue arriado en dicha isla el pabellón de la República y enarbolado el de su Majestad Británica’.
“Aparentemente el 1° de Enero de 1833, con las medidas tomadas por Pinedo, todo volvía a sus cauces normales. El mismo se jactó que fue el primer día tranquilo que hubo en la isla después del asesinato.
“Pero el destino le tenía reservada una terrible jugarreta al establecimiento y por ende a la dignidad nacional. A la mañana siguiente o sea 2 de Enero a las 9 horas se presentó la corbeta de guerra inglesa ‘Clio’, comandada por el Capitán Onslow.
“Llegaba con órdenes estrictas de ocupar Puerto de la Soledad... Salteando páginas amargas, retomamos la crónica el día 5 de Enero de 1833, a las cuatro de la tarde, cuando Pinedo acatando la intimación del Capitán Onslow, aprovechaba la marea en creciente para zarpar con la ‘Sarandí’ rumbo a Buenos Aires. El día antes había embarcado a los 16 individuos de tropa que no tuvieron participación en la revuelta, a sus familiares, a las mujeres e hijos de los inculpados, invitando además a acomodarse a bordo a aquellos peones de la isla y extranjeros residentes en ella, que dadas las circunstancias prefiriesen regresar. Simultáneamente se hacía a la mar la goleta inglesa ‘Rapid’, a cuyo bordo viajaban aherrojados los nueve imputados de la alevosa muerte de Mestivier.
“La goleta de guerra ‘Sarandí’ dio fondo en balizas el 16 de Enero de 1833 ...en cambio la embarcación inglesa ‘Rapid’ trayendo los presos, arribó el 20 con mal tiempo. El Teniente de Marina José María Pinedo fue inmediatamente sometido a juicio para esclarecer su conducta militar de acatar la intimación de arriar el pabellón nacional en Puerto e la Soledad. Paralelamente se substanciaba la causa incoada contra el Ayudante Gomila y los nueve responsables de la insurrección militar que estalló en las Malvinas, de la que resultó víctima el Comandante Interino Sargento Mayor Mestivier. El 5 de Febrero dictaba sentencia el Consejo de Guerra. Por mayoría de votos se resolvía aplicar a Gomila el castigo de un año de destierro. Al reo Sáenz Valiente se le cortaría la mano derecha antes de ser [pasado por las armas y colgado junto con otros seis soldados. Otros dos fueron castigados con palazos y recarga de servicio. La sentencia fue ejecutada el 8 de Febrero en la Plaza de Marte y en presencia de quienes se hallaban en las islas cuando los hechos].”


José Hernández y Las Islas Malvinas

Como expresara José Hernández en el número 92 de “El Río de la Plata” del 26 de Noviembre de 1869 bajo el título de “Islas Malvinas. Cuestiones graves”: “Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para la libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su territorio, es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no sólo es el despojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación.
“El precedente de la injusticia, es siempre el temor de la injusticia, pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista por la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentación de despojo, o de usurpación?
“El pueblo comprende o siente esas verdades y su inquietud es la intranquilidad de todos los pueblos que la historia señala como víctimas de iguales atentados.
“Allí donde ha habido un desconocimiento de la integridad territorial, hemos presenciado siempre los esfuerzos del pueblo damnificado por llegar a la reconquista del territorio usurpado”. Y más adelante agrega: “Entre tanto, deber es muy sagrado de la Nación Argentina, velar por la honra de su nombre, por la integridad de su territorio y por los intereses de los argentinos. Esos derechos no se prescriben jamás”.

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