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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
23 de septiembre de 1850 – Fallecimiento de José Gervasio de Artigas
El derrotero
hacia el largo y silencioso final de José Gervasio de Artigas se inicia
con la brillante victoria de éste en la Batalla de Las Piedras, el
18 de mayo de 1811, contra las fuerzas realistas que defendían con
tenacidad el último bastión de importancia que tenían:
Montevideo. El Protector de los Pueblos Libres, entonces, puso sitio a la
ciudad capital de la Banda Oriental a la espera de órdenes de la Junta
de Buenos Aires, para actuar en consecuencia. Mientras esto sucedía,
el virrey Francisco Javier Elío, con asiento en Montevideo, se armó
para la defensa, y esperó.
El general José Rondeau, en calidad de enviado por la Junta porteña,
se hace cargo de los Blandengues –la fuerza militar de Artigas- para
supuestamente preparar el asalto final sobre Montevideo. Pero en Buenos Aires
se oponían a la emancipación del interior de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, y fue entonces que el Primer Triunvirato
–que reemplazó a la Junta- firma con los realistas sitiados un
tratado inverosímil, donde reconoce “la unidad indivisible de
la monarquía española… que no tiene otro soberano que
el señor Don Fernando VII”. Otro compromiso fue el de retirar
las tropas patriotas de la Banda Oriental y el reconocimiento de jurisdicción
que sobre ese territorio tenía el virrey Elío, al igual que
en los pueblos entrerrianos situados sobre el río Uruguay. La mano
invisible de don Manuel de Sarratea, miembro del Triunvirato de Buenos Aires,
y de Lord Strangford, ministro británico en Río de Janeiro,
mucho tuvieron que ver con este hecho.
A fines de 1812, y vuelta la idea de poner sitio sobre Montevideo, Artigas
se une a Rondeau para el postergado asalto final. La ahora constituida Asamblea
del Año XIII se aprestaba, en enero de 1813, a elegir diputados de
23 pueblos, y a su autoridad se sujetó José Gervasio de Artigas
antes de movilizar sus fuerzas. Tiempo después, en mayo del mismo año,
cuando los diputados de la Banda Oriental iban a reincorporarse a la Asamblea,
éste cuerpo rechaza sus diplomas. En Buenos Aires no entendían
que el jefe oriental exigía solamente una razonable cuota de autonomía
para su comarca, pues no era separatista, y cierta ayuda para acabar con los
españoles en Montevideo y con los portugueses que estaban apostados
en Misiones y el norte del territorio.
Harto de tantos engaños y desatenciones, Artigas desiste momentáneamente
de continuar con sus Blandengues en luchas tan nobles y, aprovechando este
desarme voluntario, Gervasio de Posadas, jefe del Directorio de Buenos Aires
–ya no existía más la Asamblea del Año XIII- pone
precio a su cabeza: 6000 pesos, vivo o muerto, y lo declara “infame,
traidor y enemigo de la Patria”…
Pero el caudillo oriental con sus 3000 hombres organiza la defensa de la línea
del río Uruguay y cruza a Entre Ríos para apoyar desde allí
la guerra que sus jefes libran contra las fuerzas porteñas, a cuyo
frente estaba el alemán Barón de Holmberg. Mientras, abandonado
el sitio de Montevideo, el espacio dejado por Artigas fue tomado por Carlos
de Alvear, hombre que respondía a Buenos Aires, y venciendo a los españoles
entra triunfal a Montevideo.
Las tropas federales del Protector de los Pueblos Libres vencen en Entre Ríos
y, ante esta alarmante noticia, las tropas porteñas, que habían
sido enviadas posteriormente a Fontezuelas, provincia de Buenos Aires, se
sublevan. Artigas era un inapelable vencedor.
Sin embargo, los centralistas porteños, con Juan Martín de Pueyrredón
como Director Supremo, interceden ante Portugal para pedirle que ocupe la
Banda Oriental. Esta traición provocará desde 1816 hasta 1820
una guerra vil, en la cual 15 mil portugueses se trenzan en combate contra
las fuerzas federales de Artigas. Éste pedirá, no sin razón,
que “el que conspire contra la Patria, sea fusilado inmediatamente”,
y denuncia públicamente la alianza entre el gobierno de Buenos Aires
y la Corte de Río de Janeiro.
En enero de 1817 las experimentadas tropas portuguesas entran a Montevideo,
y Artigas sufrirá impiadosas derrotas llenas de arrojo y altruismo:
Santa Ana, Corumbé, India Muerta, Arapey, etc., etc. Todos estos años
de guerra desigual contra los portugueses, generan múltiples sobornos
que recibirá el federal oriental para defeccionar su moral. “El
jefe de los orientales –responde- ha manifestado en todos los tiempos
que ama demasiado a su Patria para sacrificar este rico patrimonio al bajo
precio de la necesidad”. En medio de sus apabullantes derrotas, exclama
que peleará “con los perros cimarrones” si se le acabaran
los soldados en los campos de batalla.
Hacia 1819, ya ni su aliado de Entre Ríos, Francisco “Pancho”
Ramírez, parece dispuesto a ayudarle. Así y todo, a mediados
del mismo año, Artigas logra enviar 600 hombres mal vestidos al Congreso
del Directorio Supremo que debía sancionar en Buenos Aires la Constitución
monarquista, a la cual estaba sujeta por jugar a dos puntas. Pero todavía
en este mismo año de 1819, el caudillo oriental partirá solitario
hacia Entre Ríos para pedirles a Ramírez y al santafecino Estanislao
López que se subleven contra el Directorio, pero los tiempos apremian.
De sus 6.000 federales y gauchos prestos para la guerra contra los portugueses,
solamente le quedarán 800 de ellos en los primeros días de 1820.
El Protector de los Pueblos Libres le recrimina a Manuel Belgrano el estar
sirviendo a la causa de los directoriales porteños, mientras que a
San Martín le manda decir que “la resolución del problema”
está en sus manos.
El 22 de enero de 1820 es el principio del fin. Las fuerzas portuguesas sorprenden
en Tacuarembó a los poco más de 400 hombres con que contaba
Artigas. Es una masacre. Junto a un puñado de oficiales, previo rompimiento
de las filas, el caudillo logra cruzar en un bote el río Uruguay, dirigiéndose
a Mandisoví, Entre Ríos. Allí recibirá un parte
de Francisco Ramírez donde le indicaba que el Directorio de Buenos
Aires había caído por la Batalla de Cepeda que se acababa de
terminar. Y cuando parecía que José Gervasio de Artigas volvía
a la lucha, el caudillo entrerriano ya está negociando con los dirigentes
porteños, más sin condenar a los invasores portugueses. Habiendo
vencido, Ramírez ya estaba comprado. El bien ganado prestigio de Artigas
lo lleva a granjearse la amistad de los delegados de Corrientes y Misiones,
provincias denominadas como pueblos libres por el patriota, quienes aportan
de la nada 3.000 hombres de a caballo para librar la última guerra,
esta vez contra Francisco “Pancho” Ramírez.
Cuando el 24 de junio de 1820 Artigas es derrotado por estar peor posicionado
en el campo de batalla y diezmado seriamente por anteriores fuegos, es perseguido
con furia. Y escapa hacia el noreste, recibiendo a su paso los saludos de
caciques chaqueños y de gauchos que lo veían como un patriota.
Desalineado y sin dinero, pues los últimos cobres que poseía
en sus bolsillos los destinó a los patriotas cautivos en la Banda Oriental,
el caudillo entrega su glorioso sable y se hace tomar prisionero. Está
detenido en el misterioso Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia.
En este país decide pasar el resto de su vida. Con 87 años de
edad, aislado en una chacra inhóspita donde oficiaba de labriego y
con un zaino viejo de sus épocas doradas, el Protector de los Pueblo
Libres muere lleno de hastío, pobreza y dignidad. Era el 23 de setiembre
de 1850.
Fuentes:
Los Caudillos – Félix Luna
El Protector de los Pueblos Libres – Gabriel O. Turone
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
Agrupación
Patricios Reservistas
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