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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
4 de Junio de 1846 – Batalla de la Angostura del Quebracho
... Y tragó hierro y fuego el infame invasor.
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4 de Junio de 1870 – Fallecimiento de Felipe Varela
Nacido en Huaycama (departamento de Valle Viejo, Catamarca), estanciero en
Guandacol (La Rioja), combatió en la Coalición del Norte y bajo
las órdenes de Peñaloza e intervino junto a éste en las
sublevaciones de 1862 y 1863. Al percibir la impopularidad de la guerra del
Paraguay, se fue a Chile.
Cuando leyó el texto del tratado secreto de la Triple Alianza, Varela,
indignado, vendió su estancia, compró armas, equipó unos
cuantos exiliados argentinos y atravesó los Andes con dos batallones
formados por chilenos y algunos emigrados argentinos dispuestos a enfrentar
al gobierno de Mitre.
Llevaba una bandera con las consignas "¡Federación o Muerte!
¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el ilustre Capitán
General Urquiza! ¡Abajo los negreros traidores a la Patria!" Llegó
a Jáchal y desde allí lanzó su proclama revolucionaria,
fechada el 10 de diciembre de 1866:
¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó
victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada
de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del
caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero
Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación,
tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan
engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada
en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que
sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño,
que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla.
Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.
¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
¡Compatriotas
nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí
los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y
amigo. Felipe Varela.
Vale citar, asimismo, la óptica que Varela tenía respecto de
la guerra del Paraguay, explicitada en un manifiesto proclamado por él
mismo el 1º de enero de 1868, en el que afirmaba lo siguiente: "En
efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado
por el general Mitre". Varela señalaba que la “política
injustificable” de Mitre había sido conocida en el Parlamento
británico por la correspondencia del ministro inglés en Buenos
Aires y citaba textualmente la expresiones de éste: “El Ministro
Elizalde, que cuenta como cuarenta años de edad, me ha dicho que espera
vivir lo bastante para ver a Bolivia, Paraguay y la República Argentina,
unidos formando una República en el continente”. Según
Varela, éstas habían sido las aspiraciones del general Mitre
y los objetivos de su política, desde que había entregado al
dominio del Imperio la vecina República del Uruguay.
Mientras Varela esperaba el tantas veces anunciado y tantas postergado "pronunciamiento"
de Urquiza, había acampado en Jáchal y de los 200 integrantes
de su pequeña montonera original proveniente de Chile había
llegado en marzo de 1867 a un "ejército" de 4000 hombres,
al incorporar cientos de gauchos de San Juan, La Rioja, Catamarca, incluso
de Tucumán y Santiago del Estero.
Las montoneras de Varela sufrieron las derrotas de las fuerzas mitristas en
San Ignacio y Pozo de Vargas (1º y 10 de abril de 1867), pero el Quijote
de los Andes repuso sus fuerzas y tomó la ciudad de Salta en octubre
de dicho año, con el objetivo de aprovisionarse de cañones y
armas. En noviembre las fuerzas de Varela llegaban a la frontera con Bolivia,
culminando el primer capítulo de la montonera.
El segundo capítulo se inició con el fusilamiento del caudillo
riojano Aurelio Zalazar, conductor también de montoneras. Varela, indignado,
se lanzó nuevamente a la guerra contra el orden mitrista durante la
Navidad de 1868. Fue definitivamente derrotado el 12 de enero de 1869 en Pastos
Grandes. Con la derrota de Varela se cerró el último capítulo
de la lucha contra el sistema económico liberal -y contra el orden
mitrista, la cara política de dicho sistema- en el Interior.
Ya enfermo, regresó al exilio chileno por última vez. Murió
allí, el 4 de Junio de 1870.
Felipe Varela fue el último de los montoneros.
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4
de Junio de 1873 – Fallecimiento de Juan Calfulcurá
El 4 de junio
de 1873, sin heroísmo ni en ningún entrevero, sino de viejo
y de pena y rodeado de la chusma (mujeres), murió Juan Calfulcurá
(Piedra Azul), soberano absoluto de la nación mapuche y de las pampas
por cuarenta años. Su tumba resultó profanada seis años
después por soldados de la Campaña del Desierto comandada por
Julio A. Roca y sus huesos terminaron en el Museo de Ciencias Naturales de
La Plata, hasta que en el 2004 se reclamaron sus restos.
La historia de poderío de este araucano llegado de Chile puede comenzar
a contarse a partir de 1929, cuando Juan Manuel de Rosas asumió el
gobierno de la provincia de Buenos Aires y negoció con los indios pacíficos
y enfrentó a los rebeldes insumisos, entonces liderados por el cacique
pampa Toriano. Secundado por Calfucurá y su hijo Namuncurá (el
padre de Ceferino, "el santito de las pampas"). Finalmente Toriano
fue vencido por tropas de Rosas y sus aliados, los borogas. Tras el fusilamiento
de Toriano en Tandil, los borogas comenzaron a perseguir a los vencidos y
cometieron varias masacres, hasta que tres años después Calfucurá
los emboscó, mató a unos mil guerreros y se llevó cautivas
a todas sus mujeres. Así se hizo dueño del amplio territorio
de Neuquén, Río Negro, La Pampa, casi todo el interior de Buenos
Aires, San Luis y gran parte de Mendoza.
La venganza de Calfucurá provocó la Campaña del Desierto
de Rosas, que derrotó uno a uno los caciques que encontraba. Ese fue
el momento en que Piedra Azul tomó el mando de todas las tribus conformando
la Confederación Araucana, tras matar al cacique chileno Railef. El
cuartel central del nuevo caudillo pampa y de "nuestros paisanos los
indios" (en palabras del libertador San Martín) fueron las tolderías
de Salinas Grandes, donde, en forma inteligente, formó espías
y perfeccionó su lenguaje castellano para poder negociar de palabra
y por escrito con Rosas.
Después de Caseros, al descubrir que los otros gobernantes huincas
(cristianos, blancos) no tenían la mano dura de Rosas pero persistían
en usurpar las tierras pampas, Calfucurá lanzó una nueva campaña
de grandes malones, saqueando estancias y pueblos enteros.
Mientras tanto, recibía los diarios de Buenos Aires y Paraná
y se enteraba que, aprovechando la desunión nacional, podía
negociar con Justo José de Urquiza. Con él selló la paz
y desconoció todo poder bonaerense. Sus conas (guerreros) llegaron
con sus chuzas (lanzas) hasta pocos kilómetros de Buenos Aires y hasta
vencieron en la batalla de Sierra Chica (Olavarría) a Bartolomé
Mitre. Luego hicieron lo propio con el general Hornos, quien enfrentó
al poderoso ejército de Calfucurá de 6.000 aguerridos guerreros
en Tapalqué y también resultó vencido, por lo que los
porteños, con la indiada a sus puertas, comenzaron a padecer el terror
de ser invadidos en la propia Gran Aldea.
Cuando su poderío parecía no tener límites, cansado de
matar huincas y ganar batallas, Calfucurá intentó una decisiva
hazaña y le declaró formalmente la guerra al presidente Sarmiento.
Fue su gran error: resultó impensadamente vencido en la batalla de
San Carlos, en el actual Partido de Bolívar (Buenos Aires), y nunca
más volvió a guerrear. Recluido en Salinas Grandes, Calfucurá
pasó en adelante sus días inmerso en la tristeza, hasta que
el 4 de junio de 1873 dejó el legado de "no abandonar Carhué
al huinca", porque ese era el paso obligado hacia el centro de la Confederación,
y murió.
Calfucurá fue sepultado con los honores de un gran cacique y en su
tumba fueron enterrados sus ponchos, sus armas, su platería, sus mejores
caballos, sus mejores mujeres y varias cautivas huincas, y unas veinte botellas
de anís y ginebra, que fueron bebidas por sus saqueadores años
después. El teniente Levalle fue entonces el encargado de recolectar
los huesos y las pertenencias de quien había sido el temerario dueño
y Señor de las pampas, los que finalmente recalaron a fines del 1800
en el museo platense.
El éxito de la Campaña del desierto terminó dándole
la razón a Calfucurá como gran estratega de la guerra contra
el huinca: tras su muerte, Roca ordenó a su ejército ingresar
por Carhué, arrasar Salinas Grandes y terminar con Choele Choel, el
lugar secreto por el que la Confederación traficaba ganado a Chile.
Fuente: Calfulcurá, Señor de las pampas - Investigación
histórica de Gustavo Scalcini (Agenda de Reflexión, Número
187, Año II).
Oscar
J. Planell Zanone - Oscar A. Turone
Agrupación
Patricios Reservistas
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