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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
18 de julio de 1868 – Combate de Acayuazá
Guerra del Paraguay. Sofocada
la revolución del interior y ya de regreso la mayor parte de los cuerpos
retirados del frente para combatirla, aumentaba aún más en los
argentinos el deseo de que se aceleren las operaciones. Quienes venían
de la guerra civil, anhelaban volver definitivamente a sus hogares. Había
que desplegar todo el empuje y el valor de aquellos cuerpos prematuramente
envejecidos por las penurias de casi tres años de campaña, para
poner fin a la contienda. Así pensaban los que se aprestaban a participar
en las operaciones sobre la fortaleza de Humaitá.
Sin embargo el mariscal Francisco Solano López levantaba nuevas fortificaciones
sobre el Timbó, que podían tornar dificultoso lograr el objetivo.
De ahí que en mayo de 1868, argentinos y brasileños desplegaran
sus fuerzas para cerrar el cerco y obstaculizar los trabajos de apuntalamiento.
El mando aliado designó al frente de las tropas argentinas allí
destacadas a Ignacio Rivas. Como se sabe, el general se pintaba solo para
los ataques vigorosos y no escatimaba la vida de sus hombres ni la propia
existencia cuando le ordenaban tomar una posición. Y pidió como
jefe de estado mayor al coronel Miguel Martínez de Hoz, otro arriesgado.
En un ataque a la bayoneta, el 5 de línea, con este último al
frente, ocupó el 30 de mayo de 1868 una batería de importancia
táctica que protegía con sus fuegos a Humaitá. Un mes
y medio más tarde, Rivas decidió realizar un reconocimiento
sobre un reducto artillado construido por el coronel Caballero. Para efectuar
la operación, el grueso de los sus efectivos debían ocupar uno
de los puentes situados sobre el río Acayuazá, con el fin de
permitir que una guerrilla lo cruzara y realizara dicha tarea. Martínez
de Hoz partió con su batallón; con el Cazadores de la Rioja,
comandado por el teniente coronel Gaspar Campos, y con otros dos cuerpos brasileños.
Además llevaba como elemento de choque una partida formada por 40 hombres
escogidos.
Era el 18 de julio. Los aliados marchaban en columnas paralelas: los brasileños
por el monte y los argentinos por la costa. Estos últimos, al llegar
al puente, arrollaron a los paraguayos, que fingían dispersarse para
obligarlos a entrar el propio terreno. Martínez de Hoz y Campos se
dejaron llevar por su temeridad indómita y se pusieron al frente de
la guerrilla, que se lanzó en persecución de manera desenfrenada.
Los Cazadores de la Rioja habían quedado sobre el puente, sin tener
quien los mandara, y los brasileños estaban lejos. Pasaron así
por el punto en que estaba oculto el capitán paraguayo Taboada, sin
advertir su presencia. El Reducto Corá no daba señales de vida.
Cuando los dos jefes advirtieron la maniobra era tarde. De pronto la artillería
lanzó sobre los aliados una furiosa andanada. Martínez de Hoz
despachó a su ayudante con un pedido de refuerzos al general Rivas,
le ordenó a Campos que tratase de desplegar una compañía
de su batallón y se dispuso a vender cara la vida. El coronel y sus
hombres fueron rodeados y acribillados a bayonetazos y lanzazos, pues no quisieron
rendirse por más que el Cnl. Bernardino Caballero, admirado por la
presencia de ánimo de su adversario lo invitó a deponer las
armas.
Mientras tanto las tropas brasileñas huyeron siendo acuchilladas por
la espalda hasta las proximidades de Andaí.
Campos llegó al puente, tomó la bandera de su unidad, la hizo
flamear por última vez con el fin de que la contemplasen sus soldados,
y la arrojó al río para que no la tomase el enemigo. De inmediato
volvió con algunos de sus hombres al lugar en que expiraba Martínez
de Hoz y, tras resistirse con furia, fue tomado prisionero. Al saber lo ocurrido,
el mariscal López dispuso que se lo condujera a San Fernando con los
demás sobrevivientes. El gallardo jefe argentino corrió después
la suerte del ejército paraguayo, sufrió con él sus penurias
y privaciones, pero mereció siempre los respetos debidos por parte
del enemigo. Enfermó gravemente de disentería en la retirada
al Pikisyry y falleció en Itá Ybaté el 12 de setiembre
cuando tenía sólo 37 años. El coronel Bernardino Caballero
le asistió en sus últimos momentos y recibió de sus manos
algunas reliquias para los suyos, que entregó después de la
guerra.
Humaitá cayó, finalmente, el 5 de agosto de 1868, y pareció
que se aproximaba el fin de la guerra. Pero faltaba más de un año
de esfuerzos y sacrificios para que argentinos, brasileños y orientales
pudieran regresar a sus respectivas patrias.
Fuente:
Miguel A. de Marco – La Guerra del Paraguay – Buenos Aires (2003)
Juan E. O’Leary – El Centauro de Ybycui – París (1929)
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
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