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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
20 de febrero de 1813 – Batalla de Salta
Durante los cuatro meses
que siguieron al sonado triunfo de Tucumán, se refuerzan los efectivos
del ejército y se aprovisiona para hacer frente a las necesidades de
la próxima campaña, que tiene por meta a Salta.
A principios de enero de 1813 el ejército se pone en marcha hacia el
norte. Ya para el 11 de febrero el grueso de las tropas había cruzado
el río Pasaje. Allí decide Belgrano que las tropas presten el
juramento de fidelidad a la Asamblea General Constituyente que, con ; gran
pompa, ha inaugurado sus sesiones en Buenos Aires el 31 de enero.
Por tercera vez despliega la bandera celeste y blanca ante el ejército
formado. "Éste será el color de la nueva divisa con que
marcharán al combate los nuevos campeones de la patria", les dice.
Y luego, personalmente, y en forma individual, toma juramento a los soldados.
Sobre una margen del río se yergue un árbol eminente y frondoso.
Cuando los ecos de la marcha de1 ejército se pierden a lo lejos, sobre
el gigante vegetal, mudo testigo de la emocionante ceremonia, queda prendido
en su tronco, una tablilla, grabada a punta de cuchillo, donde se lee Río
del Juramento.
En momentos en que el ejército comandado por el general Belgrano avanzaba
hacia Salta con intención de vencer a las fuerzas españolas
que bajo el mando del general Pío Tristán se encontraban a la
sazón, acantonados en la ciudad de Salta; se encontró con un
fuerte impedimento: la desmesurada fortificación que había realizado
el general español del único paso de acceso a la ciudad, el
portezuelo; lo que planteaba a su jefe una disyuntiva de hierro: entablar
un combate en circunstancias desventajosísimas o desistir del propósito
y retroceder.
En tales circunstancias, el 17 de febrero de 1813, el capitán Apolinario
Saravia, ayudante del Gral. Belgrano comenta el General Paz en sus memorias-
"se ofreció para conducir al ejército y salvarlo, avisando
al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía
conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que,
pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros
se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía
en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el
seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas
que desembocaba en la estanzuela de castañares, que estaba precisamente
en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la
sierra".
El general Belgrano tras recorrer pormenorizadamente el itinerario propuesto
dió órdenes de como proceder para que el ejército avancen
por él. Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició
la marcha de las fuerzas patriotas a través del fracturado terreno
cubierto de espeso malezal, portando cincuenta carretas con pertrechos y doce
piezas de artillería. La estrechez del camino y lo torrencial de la
caída de las aguas por las laderas circundantes, agudizaban las dificultades
que la quebrada presentaba de por si para semejante tránsito, más,
la decisión, el fervor, el Ansia de libertad que todos y cada uno de
los componentes de la fuerza llevaban en su corazón, los impulsaba
para que la suma de dificultades no los arredraran en su empeño e hicieran
que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de castañares
donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando
iniciaron su marcha a la chacras de Gallinato.
El general Belgrano pernoctó el día 18 en una de las habitaciones
de la casa de campo del Coronel Saravia, progenitor del capitán, su
ayudante, que tan acertadamente había servido de guía.
Haciendo uso eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien
llamaban "Chocolate Saravia", ansioso por conocer la cantidad y
calidad de las fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban;
vistiendo ropas similares a la de los aborígenes, arreando una recua
de burros cargados de leñas marcha hacia la casa de sus padres sita
en la calle Buenos Aires de la ciudad de Salta. Su disfraz le posibilitó
cruzar frente al ejército realista y llegar a destino, donde entregó
la carga de leña y regresar después a castañares para
informar al General y posteriormente combatir junto a él.
El ataque comenzó el día 19, a las 11 de la mañana, en
la pampa de Castañares con el ataque a la posición realista
por la retaguardia. Belgrano, seriamente enfermo, había preparado un
carro para efectuar en él los desplazamientos, pero a último
momento pudo reponerse y montó a caballo.
A las nueve de la mañana del día 20 se desplazó el Ejército
Nacional cubriendo todo el ancho de la planicie que en leve plano inclinado
lleva a la ciudad. Marchaba compacto sobre el centro con la caballería
e infantería, separada por sectores, reserva plegada y dos columnas
de caballería en ambos flancos. Tristán lo esperaba fortaleciendo
el lado izquierdo de su formación, pues el flanco derecho se apoyaba
sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido una columna de
tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector. Precisamente esta
disposición posibilitó al español controlar los ataques
porque además de prevalecer en el llano rechazaba los avances sobre
el flanco derecho por la eficaz acción de los tiradores del cerro y
porque el terreno dificultaba las operaciones de caballería.
Al promediar el combate Belgrano cambió su táctica inapropiada.
Movilizó la reserva, dotando de más efectivos de infantería
y caballería y ordenó a Martín Dorrego, que había
reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar
vigorosamente ("... lléveselos por delante..."). Dispuso
cargar simultáneamente con artillería y, luego de cruzar el
campo, condujo él mismo la avanzada contra las barricadas del cerro.
Al mediodía la situación varió. La furibunda carga de
Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las columnas de Zelaya,
Pico, Forest y Superí (compartieron el honor de ser los primeros oficiales
triunfantes de la ciudad) sostenían la persecución de las calles.
En tanto el centro y el ala izquierda patriota fue quebrando inexorablemente
la resistencia.
Con la retirada cortada, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente
quedando entrampados en el corral que circunda la ciudad, denominado Tagarete
del Tineo, donde fueron diezmados por los criollos. El tramo final de la lucha
se concentró alrededor de la Plaza Mayor, mientras el desbande y la
persecución eran confusos y cruentos.
La calma llegó cuando desde la iglesia de La Merced doblaron campanas
por la patria anunciando la rendición incondicional del invasor.
Queda acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de
la ciudad con los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas
desplegadas, y que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los pertrechos
de guerra, quedando obligados por juramento, desde el general hasta el último
tambor, a no volver a tomar las armas contra la Provincias Unidas hasta los
límites del Desaguadero. Belgrano devolverá todos los prisioneros,
a cambio de igual actitud por parte de los realistas, quienes deberán
entregar los prisioneros patriotas que tiene Goyeneche en el Alto Perú.
Así desfilan 2.786 hombres. La caballería echa pie a tierra
y rinde sus sables y carabinas; la artillería entrega sus cañones,
carros y municiones. Belgrano dispensa al general Tristán de la humillación
de entregarle personalmente la espada, y lo abraza ante todos los presentes.
Tres banderas son los trofeos de esta victoria. Diecisiete jefes y oficiales
fueron hechos prisioneros en el campo de batalla; hubo 481 muertos, 114 heridos,
2.776 rendidos. En total, 3.398 hombres que componían el ejército
de Tristán, sin escapar uno solo. Además, diez piezas de artillería,
2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y carabinas y todo el parque y la maestranza.
Luego de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el General
Manuel Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común
de los 600 guerreros muertos de ambos lados. El Gobernador Feliciano Antonio
Chiclana la reemplazó, a pedido del mismo Belgrano, por otra cruz pintada
de verde, con la leyenda cristiana “A los Vencedores y Vencidos''.
Las capitulaciones firmadas con Tristán, permitían a los realistas
volver a sus casas, previo el juramento de no tomar nuevamente las armas contra
las Provincias Unidas. Esta lenidad en las condiciones, desató, contra
Belgrano, las críticas de los partidarios de una acción enérgica.
"Siempre se divierten - le escribía a Chiclana: los que están
lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos... También son
esos los que critican las determinaciones de los jefes. Por fortuna dan conmigo
que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón, la justicia
y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y
la prosperidad de la patria. . . ".
La Asamblea Constituyente. con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano
con 40.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante
triunfo obtenido. Generosamente declinó el obsequio Manuel Belgrano.
Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy,
Tucumán y Salta, para quienes dispuso, con ese dinero, la creación
de cuatro escuelas. "Que renunciar, es poseer".
El Monumento 20 de Febrero
En el sector norte de la ciudad de Salta, se alza el Monumento a la Batalla
de Salta, más conocido por los lugareños como 20 de Febrero,
por ser esta la fecha en que se conmemora la victoriosa acción de armas
del Gral. Belgrano en 1813.
Este monumento proyectado por el escultor Torcuato Tasso, consta de un basamento
ejecutado en piedra labrada proveniente de los cerros vecinos a la ciudad,
y culmina con un magnifico bronce que simboliza la Victoria en la célebre
batalla. Los relieves fundidos en bronce fueron realizados en Paris - Francia
con la supervisión artística de la escultora salteña
Lola Mora.
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
Agrupación
Patricios Reservistas
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