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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
12 de Febrero de 1817 – Batalla de Chacabuco
Para poder alcanzar su objetivo final, que era lograr la independencia del
Perú ocupando Lima, en acción coordinada con Bolívar,
el general San Martín había previsto cruzar la cordillera de
los Andes, en el mes de enero de 1817, y libertar a Chile. Las fuerzas principales
que integraban el Ejercito de los Andes -que entonces dependía de las
Provincias Unidas del Río de la Plata- lo hicieron divididas en dos
columnas de efectivos. La más importante, por el llamado “camino
de Los Patos”, a las órdenes del brigadier general Estanislao
Soler. Por el mismo camino marcharon el Libertador y el brigadier O’Higgins.
La columna menor, lo hizo por el “camino de Uspallata”, a las
órdenes del general Juan Gregorio de Las Heras. Esa ruta fue utilizada
también, dada su menor dificultad, por gran parte de la artillería
y los abastecimientos, conducido por el capitán fray Luis Beltrán.Ambas
columnas debían apoyarse mutuamente y reunirse en el valle del río
Aconcagua, en la zona comprendida entre San Felipe y Santa Rosa de los Andes.
La intención de San Martín era avanzar hacia la cuesta de Chacabuco,
donde tenía previsto conducir una batalla de aniquilamiento. Con el
fin de obligar al jefe español, Casimiro Marco del Pont, a dispersar
sus fuerzas y engañarlo sobre la oportunidad y lugar de su esfuerzo
principal, el Libertador había ordenado cuatro travesías secundarias
con efectivos menores: dos al norte y otras dos al sur. A pesar de los múltiples
problemas que supuso atravesar montañas de hasta 5.000 metros de altura,
en un frente de 800 kilómetros de extensión y con recorridos
que fluctuaban entre los 380 y 750 kilómetros, los diversos agrupamientos
mencionados aparecieron casi simultáneamente sobre el territorio chileno
entre los días 6 y 8 de febrero de 1817.La columna mayor del ejercito
patriota ocupo San Felipe el día 8 de febrero, después de librar
los combates de Achupallas el día 4 y de Las Coimas el día 7
de ese mes. Por su parte, el coronel Las Heras alcanzó Santa Rosa también
el día 8, debiendo combatir durante su marcha con débiles fracciones
españolas en Picheuta, Potrerillos y Guardia Vieja. Reunida así
la masa de los efectivos, San Martín estimó la imposibilidad
realista de oponérsele con fuerzas suficientes, aunque tenía
la certeza que habría cierta resistencia en el área de la cuesta
de Chacabuco, dada su importancia estratégica.
El 10 de febrero agrupó su ejército al pie de la cuesta y, después
de realizados los reconocimientos en detalle, resolvió dar la batalla
el día 12 a la madrugada, previa discusión del plan con sus
jefes subordinados, el 11 al mediodía oportunidad en la cual impartió
la orden de ataque. Por su parte, Marco del Pont dispuso la rápida
reunión hacia las cercanías de Santiago de los efectivos de
Rancagua, Curicó y Talca. En la tarde del 10 de febrero nombró
al brigadier Rafael Maroto comandante de las tropas y, con órdenes
poco precisas, le mandó marchar al lugar alcanzado por San Martín.
El jefe español llegó a la hacienda de Chacabuco en la tarde
del día 11, con algo más de 2.000 hombres. Se adelantó
a reconocer la cuesta, decidiendo ocuparla en la mañana siguiente.
Calculó a los efectivos de San Martín en unos 800 hombres y
esperó el ataque dentro de las siguientes 48 horas, lo cual daría
tiempo para la llegada de los refuerzos solicitados a Santiago. Al retirarse
hacia la hacienda, en la noche del día 11, dejó en la cuesta
una fracción de seguridad a órdenes del capitán Mijares.
San Martín apreció acertadamente que el enemigo se defendería en la cuesta de las alturas de Chacabuco, pero ignoraba que, según el plan de Maroto, ello se haría efectivo a partir del día 12. En la mañana del 11 de febrero había comprobado avanzadas enemigas entre la Quebrada de los Morteros y la Loma de los Bochinches, creyendo que se trataba de una parte del grueso realista. Como la posición era fácil de atacar por sus flancos, resolvió adelantar su ejército esa noche hasta Manantiales, para asaltarla al amanecer del día 12 de febrero.
Para ello formó dos divisiones. La
primera, a ordenes de Soler, compuesta por los batallones No 1 y 11, las compañías
de granaderos y volteadores de los batallones No 7 y 8, el escuadrón
escolta, el 4º escuadrón de granaderos y 2 piezas de artillería.
Estas fuerzas debían atacar por el oeste. La segunda, al mando de O’Higgins,
formada por el resto de los batallones No 7 y 8, los tres escuadrones restantes
de granaderos y 2 piezas de artillería, que realizarían la misma
operación por el lado este. El total de estas tropas alcanzaba a unos
3.500 hombres, de los cuales 2.000 correspondían al mando de Soler.
Este primer plan se ejecutó a partir de las dos de la madrugada. Con
las primeras luces se atacó a los efectivos de Mijares, los que se
replegaron rápidamente hacia la masa del ejército real, siendo
sorprendidos mientras avanzaban a la altura del cerro del Chingue.
En tal oportunidad se modificó el plan inicial patriota, pues Maroto
había ocupado una posición defensiva en los cerros Guanaco,
Quemado y Chingue al tomar conocimiento del repliegue de Mijares. San Martín
consideró estas posiciones fácilmente rodeables, y como se trataba
en su gran mayoría de fuerzas de infantería, resolvió
conducir una batalla ofensiva con una acción frontal de aferramiento
con la división O’Higgins y una maniobra envolvente con la división
Soler, por el camino de la Cuesta Nueva, lo cual aseguraba caer por sorpresa
sobre la retaguardia enemiga.
Al impartir las instrucciones a ambos jefes, encomendó a O’Higgins la misión de amenazar el frente realista sin comprometerse seriamente, con el fin de distraer la atención y dar tiempo a que la división Soler -cuyo trayecto era más largo- desembocase por el frente oeste de la posición. En ese momento ambos debían lanzarse al asalto, coordinando sus respectivas maniobras. No obstante las recomendaciones de no quebrar la simultaneidad de ambos ataques, O’Higgins ordenó proseguir el avance de su columna hasta alcanzar las distancias de tiro. Dado lo escabroso del terreno, recién al sobrepasar el cerro de los Halcones pudo desplegar en batalla, abriendo inmediatamente el fuego, el que fue intensamente contestado desde la posición realista. Al cabo de una hora, O’Higgins ordenó a sus tropas pasar al asalto, las que se lanzaron sobre el cerro Guanaco y el Quemado. Los escuadrones de granaderos fueron dirigidos por el estero de Las Margaritas contra el ala oeste enemiga. El intenso fuego y la acción decidida de la defensa española rechazaron este intento.
Desde lo alto de la cuesta, San Martín
presenció el estéril esfuerzo, y temiendo que Maroto aprovechase
la momentánea ventaja lograda para pasar a un contraataque, que podía
significar la derrota de la primera división, ordenó a su ayudante
Alvarez de Condarco que alcanzase a Soler y le instara a apresurar su avance.
Luego, el Libertador cabalgó velozmente cuesta abajo para tomar la
conducción personal de la primera división. Cuando llegó
al morro de Las Tórtolas Cuyanas ya era tarde: O’Higgins había
renovado su ataque y, por lo tanto, no era posible retroceder. Avanzando nuevamente
por la quebrada de la Ñipa, pero ahora con la Caballería en
el ala este, el prócer chileno se empeñó por segunda
vez.
El peligro de un fracaso desapareció poco después, pues se hizo
sentir la proximidad de Soler manifestada por una visible vacilación
del ala oeste de la posición.
Soler había alcanzado, a la una y media del mediodía, la pendiente occidental del cerro del Chingue sin que sus defensores lo supiesen, pues trataban de contener nuevamente a O’Higgins. El ataque del batallón No 1, que marchaba a la cabeza, resultó una verdadera sorpresa para los realistas. Comprendieron que la caída del morro el Chingue significaría el derrumbe de toda resistencia, por lo que trataron de retenerlo tenazmente, no pudiendo evitar su derrota final.
Cuando San Martín llegó al campo de la lucha vio decidida la batalla: tomó la bandera de los Andes de manos de su portaestandarte y se colocó a la cabeza de los granaderos, lanzándose a la carga contra un ala de la posición. El escuadrón de Medina pasó audazmente por uno de los claros de la infantería española, alcanzando a sablear a los artilleros sobre sus mismas piezas. Al mismo tiempo, Zapiola hacía otro tanto, envolviendo el ala derecha en una impetuosa carga y los batallones No 7 y 8 se apoderaron del cerro Guanaco, haciendo replegar a sus defensores.
Después del combate hubo una corta
persecución de la Caballería patriota hasta el Portezuelo de
la colina. Los perseguidores regresaron a Chacabuco, sin advertir que al Sur
del citado Portezuelo, y a escasa distancia del mismo, se encontraba el comandante
Baranao con 180 húsares. Fue el único refuerzo que pudo ser
dirigido a tiempo para recibir a los fugitivos de Chacabuco, pues el resto
-alrededor de 1.600 hombres con 16 piezas de artillería, que Marco
del Pont había logrado reunir en Santiago en la mañana del mismo
día de la batalla- se hallaba imposibilitado de proseguir la marcha
hacia el norte debido al cansancio físico de las tropas. Las pérdidas
de los realistas ascendieron a 500 muertos, 600 prisioneros (incluyendo 32
oficiales), 2 piezas de artillería, un parque completo y 3 banderas.
A los patriotas, este triunfo significo 12 muertos y 120 heridos. San Martín
resumió de esta forma la victoria obtenida: “En 24 días
hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas
del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile.”
Fuente: La Batalla de Chacabuco. José Luis Picciuolo. Instituto Nacional
Sanmartiniano.
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
Agrupación
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