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HISTORICAS ARGENTINAS |
19 de Enero de 1809 – Nacimiento de Alvaro José de Alzogaray
El coronel Alvaro José de Alzogaray, nacido en Santa Fe el 19 de enero
de 1809, era hijo de Francisco de Alzogaray, comerciante, y de Mercedes Echagüe,
porteña como su esposo. Su educación fue muy vasta, y ella le
permitió con el correr de los años poseer a la perfección
varios idiomas y ser un perfecto técnico de cuestiones relacionadas
con el arte de la ingeniería naval.
A los 15 años se incorporó a la escuadra argentina organizada
por el gobierno del general Las Heras con motivo de la guerra con el Imperio
del Brasil y puesta bajo las órdenes del almirante Guillermo Brown.
En enero de 1826, Alzogaray se halla embarcado en la fragata “25 de
Mayo”, que enarbola la insignia del comandante en jefe de la Escuadra,
estando el buque bajo las órdenes del coronel Tomás Espora.
Alzogaray actúa de secretario del almirante Brown durante toda la campaña
del Brasil y tomó parte en todos los encuentros navales de aquella
guerra.
Terminada la guerra, no se encuentran vestigios de que Alzogaray ha proseguido
sus servicios navales hasta el año 1831 en que inició su carrera
militar en un regimiento de infantería, pero en 1840 pasó a
la marina de guerra, donde fue nombrado ayudante y secretario del almirante
Guillermo Brown. Hizo la campaña contra los unitarios sitiados en Montevideo,
y se distinguió en los combates navales librados el 24 y 25 de mayo,
3 de agosto y 9 de diciembre de 1841. En junio de 1843 fue comisionado para
armar el bergantín Republicano y tomó parte. El 10 de enero
de 1845 fue designado comandante de la goleta Maipú, que armó
y equipó.
Entre las acciones de guerra que pusieron a prueba su valor se contaron el
combate de la Isla de las Ratas, librado el 30 de abril de 1843, y la de enero
de 1844. Pero sus méritos de guerrero brillaron más todavía
en el [[Combate de la Vuelta de Obligado]], en el cual tuvo a su mando una
de las cuatro baterías instaladas por Mansilla: la “Restaurador
Rosas”. Sostuvo el fuego durante más de nueve horas, contra fuerzas
notablemente superiores.
El 12 de junio de 1846, Mansilla lo designó comandante del cuartel
general de la División del Departamento del Norte, jefatura que mantuvo
hasta setiembre de 1849, en que vino a Buenos Aires para hacerse cargo de
un nuevo buque incorporado a nuestra armada: La Merced. Permaneció
fiel a [[Juan Manuel de Rosas]] hasta la [[Batalla de Caseros]].
En la Confederación de Urquiza sirvió en la escuadra federal.
A comienzos de 1853 fue ascendido a capitán y nombrado administrador
de Correos en Santa Fe. En setiembre de 1856 ascendió a sargento mayor
y en 1859 tuvo a su cargo el parque utilizado por Urquiza en la campaña
de Cepeda. Luchó en Pavón, en 1861, y el 30 de octubre, semanas
después, recibió los despachos de coronel del ejército
de la Confederación.
En el año 1862 se inició en la masonería, en la Logia
San Juan de la Fe, de Paraná. En 1867 se afilió a la L. Constante
Unión Nº 23 de Corrientes y a partir de 1870 perteneció
a la Logia Regeneración Nº 5 de Buenos Aires, llegando hasta el
grado 33.
Al estallar la Guerra del Paraguay, el coronel Alzogaray fue nombrado el 14
de mayo de 1865, jefe superior del Parque y Maestranza del Ejército
Nacional al organizarse este en la ciudad de Concordia, de donde pasó
a la ciudad de Corrientes, lugar en el cual instaló talleres de carpintería,
herrería y talabartería, con operarios contratados, los que
estaban encargados de atender las reparaciones de las armas portátiles
y correajes, de las fuerzas en campaña. Aquellos talleres ocupaban
una manzana de terreno en el ángulo SE de la antigua casa de gobierno
de la provincia.
El 14 de setiembre de 1868 era promovido a coronel de marina efectivo y se
le otorgó una medalla y diploma. Cuando el ejército aliado avanzó
hacia Asunción en 1869-70, los talleres cesaron sus trabajos, por quedar
muy distantes de la zona de operaciones. El coronel Alzogaray fue designado
entonces inspector de los materiales de la escuadra nacional.
Terminada la Guerra del Paraguay, se le nombró interventor del Parque
Nacional y Comisaría de Guerra, hasta que formada la Comandancia general
de Marina, se le confió el alto cargo de Inspector general de la Armada
en 1875, y en el desempeño del cual falleció en la ciudad de
Buenos Aires, el 31 de julio de 1879.
Fuente:
Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación
(1972).
Lappas, Alcibíades – Masonería – 2da Parte Masones
de la Argentina – Buenos Aires (1966).
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas –
Buenos Aires (1938).
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
19 de enero de 1811 – Batalla de Paraguarí
Paraguarí, a 14
leguas de Asunción, es un punto estratégico, porque cierra la
entrada de los valles cercanos. Su costado derecho está resguardado
por un tributario del río Paraguay, el Caañabé, y su
costado izquierdo por una cadena de pantanos prácticamente imposibles
de vadear.
Aquí se instala el ejército de Velasco, integrado por 7.000
hombres. Las avanzadas están protegidas por 16 piezas de artillería
fortificadas, 800 infantes y dos divisiones de caballería bajo el mando
directo de Velasco. El grueso de las tropas paraguayas, en dos cuerpos, ocupa
los pasos del Caañabé. Fatalmente, Belgrano tendrá que
encontrarse con este ejército, ya que Paraguarí obstaculiza
su camino hasta Asunción. Por otra parte, la emigración masiva
de los paraguayos de los puntos por los cuales avanza el general porteño
hace más compleja su marcha. Casi todo el ganado ha sido retirado de
los campos para dificultar las operaciones de Belgrano, que comienza la marcha
hacia su objetivo el 25 de Diciembre. El 7 de Enero de 1811 llega a Tebicuarí,
donde se repite la desolada escena de una total ausencia de pobladores. Pero
antes de atravesar este punto se produce un breve encuentro con un destacamento
paraguayo, que abandona algunas armas y dos prisioneros: un criollo y un español.
El español, por su condición de tal y por estar armado, cae
bajo la condena que ha dictado la Junta de Buenos Aires contra los peninsulares,
y en el acto es fusilado.
Mientras Belgrano se acerca a Paraguarí, sus fuerzas son vigiladas
por los paraguayos desde la altura de los montes. En la tarde del 15 de Enero,
en el arroyo de Ibáñez - a dos leguas de Paraguarí -
los patriotas avistan una avanzada enemiga que emprende veloz retirada. Este
y otros detalles hacen apresurar la marcha del general porteño que,
una vez cruzado el Ibáñez, se adelanta con su escolta y su estado
mayor hasta el cerro Mbaé (fantasma, en guaraní, aunque los
realistas lo conocen por Cerro del Rombado). Desde lo alto del Mbaé,
puede ver de pronto Belgrano, con auxilio de sus anteojos, al ejército
rival que lo espera en formación de combate. Sus oficiales no advierten
nada, porque el rostro del general permanece imposible. Cierra sus anteojos
y ordena en tono reposado:
-Acamparemos en la margen izquierda del Ibáñez.
Así se hace, y a la noche Belgrano se retira a su tienda, donde conversa
con Mila de la Roca, a quien le confía lo que ha visto esa tarde.
- Es menester convenir en que los enemigos son como moscas - reconoce Belgrano
- pero en la posición en que nos encontramos hallo que sería
cometer un grande error emprender ninguna marcha retrógrada.
-Sin embargo, las fuerzas son muy desparejas - observa Mila de la Roca -.
Además, estando tan lejos de nuestra base de operaciones, en caso de
haber un contraste las consecuencias pueden ser catastróficas.
Belgrano mira fijamente a su amigo, y concluye serenamente:
- Más le digo a usted, y es que para nosotros no hay retirada, sin
que primero tratemos de imponernos atacándolos, si es que ellos no
nos atacan antes. Esos que hemos visto esta tarde no son en su mayor parte
sino bultos; los más no han oído aún el silbido de una
bala, y así es que yo cuento mucho con la fuerza moral que está
a nuestro favor. Tengo mi resolución tomada, y sólo aguardo
que llegue la división que ha quedado a retaguardia, para emprender
el ataque.
La Batalla de Paraguari
El 17, Belgrano ordena levantar un altar portátil en la cumbre del
cerro, y el capellán del ejército oficia la misa. Los paraguayos,
desde la planicie, observan con sorpresa la ceremonia, pues, convencidos de
que debían luchar contra herejes, habían agregado cruces a sus
sombreros. Y así, asombrados y piados, los mismos enemigos, de rodillas,
oyen el Santo Oficio.
A las dos de la mañana del 18 todo está ya preparado. En primer
lugar, una división de 220 hombres y dos piezas de artillería,
que tiene la misión de iniciar la ofensiva. La segunda división,
integrada por 250 infantes y otras dos piezas de artillería, se coloca
a retaguardia para apoyar a la primera. Ciento treinta hombres de caballería
cubren los flancos, Belgrano, con 70 soldados de caballería y 2 piezas
de artillería sostiene el campamento. Los peones de las carretas enarbolan
palos, que a la distancia pueden confundirse con armas.
A las tres de la mañana se inicia el avance, y una hora después
suenan los primeros disparos.
El tronar de fusiles y cañones se oye durante algo más de media
hora. Cuando el sol comienza a alumbrar el campo de batalla, se advierte que
la infantería realista está dispersa, habiendo abandonado la
principal batería, integrada por 5 piezas de grueso calibre. Velasco
se da cuenta en seguida del desastre y opta por abandonar apresuradamente
el terreno.
Luego, ya serenados los ánimos, se reúnen las informaciones,
y entonces se advierte lo que ha ocurrido. El mismo Velasco lo relata:
"A pesar de la sorpresa que debió causar en nuestro ejército
este movimiento inesperado de los enemigos, se les contestó con viveza
y valor por la infantería y artillería de dicha división;
sostuvo media hora el fuego, y ella hubiese derrotado a los insurgentes, si
la primera impresión de la sorpresa no hubiera dispersarlo la mayor
parte de las tropas de que se componía."
Belgrano destaca entonces 120 hombres de caballería en persecución
de los enemigos, que huyen hacia la iglesia de Paraguarí. Pero los
soldados expedicionarios se dedican a saquear los equipaje del cuartel general
en vez de continuar la operación. Los paraguayos vuelven pronto de
su sorpresa y en dos alas rodean a la división patriota, abrumándola
con el fuego de once piezas de artillería. Durante tres horas el fuego
continúa cruzándose mientras otro cuerpo de patriotas, creyendo
ganada la batalla, insiste en el pillaje.
Los soldados, sometidos a intenso fuego por e enemigo, quedan de pronto sin
proyectiles. Belgrano, a dos millas de allí, les envía una pieza
de artillería y un carro con municiones, protegidos por un destacamento
de caballería. El grupo se acerca velozmente, pero los patriotas lo
confunden con el enemigo:
“¡Nos cortan!”, es el grito que se extiende por la filas
criollas.
Se ordena entonces tocar la retirada, y los 12 hombres que han avanzado hasta
la Iglesia, queda abandonados.
Desde lo alto del cerro, Belgrano advierte la confusión. Monta a caballo,
y a todo galope desciende para contener la retirada. Pero todo es inútil.
El desaliento ha minado a los oficiales. 120 prisioneros, 10 muertos y 15
heridos - éstos, salvados a hombros- es el saldo del encuentro por
parte de los patriotas, mientras que los realistas registran 30 muertos y
16 prisioneros.
Iniciada bajo los augurios de la victoria, la recia batalla de más
de cuatro horas ha concluido en derrota. Belgrano escribe el parte a la Junta
de Gobierno: “Saldremos dentro de dos horas para volver por el camino
que trajimos - adelanta en su oficio-. Mi ánimo es tomar un punto fuerte
en la provincia, en donde pueda fortificarse hasta mejor tiempo, y hasta observar
el resultado de las medidas que medito, para que se ilustren estos habitantes
acerca de la causa de la libertad que hoy miran como un veneno mortífero,
todas las clases y todos los estados de la sociedad paraguaya”.
Tres días tardan las tropas en atravesar el río Tebicuarí;
al cabo de ellos aparecen en el horizonte los paraguayos, que han decidido
reanudar la persecución, aunque manteniéndose a distancia. Cuarenta
y ocho horas más tarde Belgrano traslada su campamento a Santa Rosa.
Aquí llega a fines de enero y recibe un correo oficial de Buenos Aires.
Son los pliegos de su ascenso a Brigadier general, un nuevo cargo recién
creado por la Junta. Por curiosa coincidencia, el despacho tiene fecha 19
de Enero de 1811: el mismo día de la batalla, de Paraguarí.
“Sentí más el título de brigadier que si me hubiesen
dado una puñalada”, escribirá más tarde Belgrano
al recordar este episodio.
Fuente: Efemérides Culturales Argentinas – Ministerio de Educación
Ciencia y Tecnología.
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
Agrupación
Patricios Reservistas
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