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HISTORICAS ARGENTINAS |
28 de Diciembre de 1853 – Fusilamiento del Coronel Ciriaco Cuitiño
Era mendocino de origen este Ciriaco Cuitiño cuya actuación
política se remonta al año 1818, en que, siendo teniente de
milicias bonaerenses, fue designado alcalde de Quilmes. La historia oficial
se encarga de consignar que se distinguió en el desempeño de
dicho cargo como elemento moralizador de la campaña, ya que se preocupó
de limpiarla de gente de mala vida, hasta el punto de hacerse merecedor del
elogio gubernamental.
Su actuación en Quilmes se prolongó hasta 1827, año en
que renunció al cargo para continuar sirviendo en el ejército.
Hacia 1826 había dado que hablar cuando, desde la costa, atacó
a una balandra extranjera que se había aproximado sospechosamente.
Se radicó en Buenos Aires seguramente durante el gobierno de Dorrego,
viviendo en una casa de la calle Defensa. A lo largo del período rosista
fue uno de los jefes del cuerpo policial de serenos y un entusiasta miembro
de la Sociedad Popular Restauradora, surgida de la Revolución de los
Restauradores, en 1833, y en la que tuvo activísima participación.
El cuartel de Cuitiño estaba ubicado en las actuales calles Chacabuco
y Chile, en tanto el llamado Cuartel de los Restauradores se hallaba en Defensa,
entre México y Chile, solar que después ocupó la vieja
Casa de Moneda (actualmente sede del Servicio Histórico del Ejército).
Don Ciriaco Cuitiño jamás quebró su lealtad a Juan Manuel
de Rosas, aun derrotado el federalismo luego de la Batalla de Caseros, el
3 de febrero de 1852. En 1853 una vez más estuvo del lado de las fuerzas
federales cuando la sublevación del General Hilario Lagos.
Al ser tomado prisionero, después del fracaso de dicha sublevación
contra el General Justo José de Urquiza, antiguos compañeros
mazorqueros de Cuitiño, tales como Manuel Troncoso, Silverio Badía
o federales más estrechamente ligados a él como Pastor Obligado
(quien fuera su secretario y consejero en tiempos del Restaurador de las Leyes)
se pasaron bochornosamente al bando unitario e hicieron la apología
del nuevo régimen triunfante.
Algo similar ocurrió con personalidades como el doctor Dalmacio Vélez
Sarsfield, juez de Rosas, el cual ahora incitaba desde su recientemente fundado
periódico “El Nacional” -de signo unitario-, a la ejecución
de Ciriaco Cuitiño y sus abnegados colaboradores caídos en desgracia,
denodados federales sin arrepentimientos. Quería, como fue también
el deseo de Florencio Varela, que sean ejecutados sin haberse celebrado todavía
juicio alguno.
En el juicio llevado en su contra, Ciriaco Cuitiño tuvo como abogado
defensor a Marcelino Ugarte, cuyo hijo sería gobernador de la provincia
de Buenos Aires hacia el año 1900. En las audiencias públicas
se sugirió que su defensa fue brillante, aunque el acusado sabía
que lo iban a fusilar de todas maneras. Un cierto halo de misterio merodeó
la sentencia contra el ex miembro de la Mazorca federal, pues la causa no
podía –no pudo, de hecho- ser consultada no más que por
un muy reducido número de personas y, lo más escandaloso, el
legajo del proceso judicial desapareció. Al día de hoy queda
únicamente el testimonio de la sentencia del juez en lo criminal Claudio
Martínez, publicado por “La Tribuna”, periódico
unitario propiedad de los hermanos Varela, en su edición del 30 de
diciembre de 1853.
El 28 de diciembre de ese mismo año Cuitiño sería fusilado
junto al mazorquero Leandro Antonio Alén, padre del fundador de la
Unión Cívica Radical (UCR), Leandro Nicéforo Alem. Este
se cambió la última letra de su apellido (la ‘M’
por la ‘N’) para que no sea discriminado el resto de su vida por
lo que su padre pudo haber hecho durante la gobernación de Juan Manuel
de Rosas.
Cuitiño y Alén fueron ejecutados a las 9 de la mañana,
sobre el paredón de la iglesia de la Concepción en Tacuarí
e Independencia y luego los cadáveres de ambos se exhibieron colgados
por un lapso de cuatro horas ante la vista de todos, en la Plaza de la Concepción
(actual Plaza Alfonso Castelao, Avda. Independencia y Bernardo de Irigoyen,
en el barrio porteño de Constitución). Asistieron espiritualmente
a los condenados el franciscano fray Nicolás Aldazor y el dominico
fray Olegario Correa. Concurrieron a presenciar la escena miles de vecinos.
Cuando un coronel de las fuerzas que debían ejecutarlos se acercó
a Cuitiño y le preguntó por su último deseo, le dijo
con toda serenidad: “Denme una aguja e hilo”. Y cuando le trajeron
dichos elementos, empezó a coserse tranquilamente el pantalón
a la camisa, lo que explicó: “Como después de fusilados
nos van a colgar, no quiero que a un federal ni de muerto se le caigan los
pantalones”.
Hubo todavía un último acto macabro, cuya finalidad consistía
en borrar ante los ojos del pueblo todo vestigio de la administración
de Juan Manuel de Rosas: el cuerpo de Ciriaco Cuitiño fue escondido
durante varias décadas en una fosa común, en las sombras de
la definitiva derrota.
El Coronel Arturo Ossorio Arana fue el encargado de tomar la Escuela de Artillería
en la provincia de Córdoba la jornada del 16 de setiembre de 1955,
cuando derrocan al Teniente General Juan D. Perón de la presidencia.
Cuando el 6 de diciembre de 1968 fallece, Ossorio Arana es sepultado en la
Sección 9, Tablón 55 del Cementerio de la Recoleta. Allí
se yergue su tumba, que contiene dos estatuas, una representando a la Libertad
y la otra a la Justicia. Según el relato de descendientes del militar
Ossorio Arana, debajo de este lugar estaba la fosa común donde fueron
arrojados los restos de Ciriaco Cuitiño. Incluso comentó cierta
vez el Comandante General (R) Manuel Víctor Scotto Rosende, de Gendarmería
Nacional, que cuando era chico acompañó varias veces a su abuela
a visitar una tumba sin identificaciones, solamente adornada con una pobre
glicina. Ella misma le dijo que allí estaba enterrado Ciriaco Cuitiño.
Era, dijo entonces Scotto Rosende, el espacio donde hoy yacen los restos y
el mausoleo del coronel Ossorio Arana.
No existe sitio o placa que recuerde al Coronel Ciriaco Cuitiño, pero
sí una canción compuesta por Ignacio Corsini llamada “Tirana
unitaria”, tema que nunca más fue reeditado, y que versa acerca
de un Cuitiño despojado de la exagerada malevolencia con que fue escrito
y divulgado para la historia. Sus versos dicen así:
Tirana unitaria, tu cinta celeste
até en mi guitarra de buen federal,
y en noche de luna canté en tu ventana
más de un suspirante cielito infernal.
Tirana unitaria, le dije a Cuitiño
que tu eras más santa que la Encarnación
y el buen mazorquero juró por su daga
que por ti velaba la Federación.
Tirana unitaria, los valses de Alberdi
quién sabe hasta cuándo bailaremos más,
ni tus ojos negros buscarán los míos
en las misas de alba de San Nicolás.
Tirana unitaria, me voy con Oribe
y allá en las estrellas del cielo oriental
seguiré cantando, tus ojos no teman
porque de Cuitiño te ampara el puñal.
Tirana unitaria, las rosas del barrio
te hablarán del día que te dije adiós,
y los jazmineros soñarán los sueños
que en días felices soñamos los dos.
Tirana unitaria, dame la magnolia
que aromó en la noche que me vio partir
bésame en los labios paloma porteña
que me siento triste, triste hasta morir.
Tirana unitaria, no olvides los versos
de aquella mañana, de aquella canción
que cantamos juntos el día de mayo
que supo el secreto de mi corazón.
Tirana unitaria, mi vieja guitarra
seguirá cantando tu sueño de amor,
y mi alma en las noches de luna
soñará por verte, por verte
en la tierra del Restaurador.
Fuente:
Antook - Ciriaco Cuitiño - El Ultimo Mazorquero de la Santa Federación.
González Espul, Cecilia - Una Tumba para Ciriaco Cuitiño
Chávez, Fermín - Iconografía de Rosas y de la Federación
– Buenos Aires (1970).
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
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