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EFEMERIDES
HISTORICAS ARGENTINAS |
17
de agosto de 1865 – Batalla de Yatay
La Guerra del Paraguay
puede dividirse en cinco campañas: la de Matto Grosso, la del Uruguay,
la de Humaitá, la de Pikysyry y la de las Cordilleras. En la campaña
de Matto Grosso los paraguayos se apoderaron de la fortaleza de Coimbra, Alburquerque,
Corumbá, Miranda y Dorados. La segunda tuvo por objetivo el Uruguay,
hacia donde se dirigieron dos columnas del ejército paraguayo, por
Corrientes y Río Grande, para expulsar a los brasileños y sostener
la soberanía de ese país. El objetivo de la tercera -para los
aliados- era la toma de la plaza fuerte que fue el centro de la resistencia
paraguaya. La cuarta se llama así porque se desarrolló sobre
la línea fortificada del arroyo Pikysyry, segundo centro de la resistencia
del Paraguay. La quinta fue la que se llevó a cabo después de
la batalla de las Lomas Valentinas, al otro lado de las Cordilleras, hasta
Cerro Corá.
Al iniciarse la segunda campaña, abandonó Solano López
la capital, para ir a ponerse al frente de sus ejércitos. Dejaba así
la Asunción para siempre. Nunca más entraría en ella,
no permitiéndole los azares de una guerra a muerte ni siquiera volver
a contemplarla a la distancia.
En realidad, en aquel momento -8 de junio de 1865- empezaba su agonía,
que era la de su patria, como él condenada a una muerte cruel e irremediable.
Antes de partir dirigió al pueblo una proclama, en el que daba a entender
que iba resuelto a abandonar “el seno de la Patria”, para incorporarse
“a sus compañeros de armas en campaña”
Pero llegó a Humaitá y cambió de opinión, bajo
la influencia de insinuantes cortesanos, como el obispo Palacios, que acabaron
por convencerle de que no debía imponerse ese inútil sacrificio,
teniendo a su lado tantos hombres capaces que podían muy bien reemplazarle…
Instaló, pues, allí su cuartel general, estableciendo una activa
comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde
José Berges ejercía su representación.
El general Wenceslao Robles había reunido, entretanto, 30.000 hombres
de las tres armas y estaba en condiciones de marchar, sin dificultad alguna,
arrollando los pequeños obstáculos que encontrase en su camino.
En aquellos momentos aún no se había establecido el campamento
general de los aliados en Concordia, ni éstos disponían de tropas
capaces de contrarrestar la acción del Paraguay. Ningún paraguayo
dudaba del éxito de la empresa confiada a Robles, experimentado militar,
que había dado tantas pruebas de sus aptitudes de brillante organizador.
Pero los hechos desvanecieron bien pronto tan optimistas esperanzas.
Al frente de aquella poderosa columna, Robles se sintió inferior a
su cometido, no atinando a obrar con la resolución y la pericia que
le imponían las circunstancias. Perdió su tiempo con fútiles
pretextos, avanzando con lentitud extrema, distraído por pequeñas
guerrillas sin importancia. Así perdió la oportunidad única
que se le brindaba, dando todas las ventajas a los oponentes. Finalmente,
entró en tratos con los aliados, pagando con su vida los graves errores
cometidos.
Lo reemplazó el general Francisco Isidoro Resquín, quien hizo
contramarchar a su ejército, regresando con él a territorio
paraguayo. El fracaso de la expedición de Robles determinó el
fracaso de la expedición de Estigarribia. Este, al frente de 12.000
hombres, invadió el Estado de Río Grande del Sud, siguiendo
la línea del Uruguay, para ir a encontrarse con la otra columna expedicionaria
en la frontera de la República Oriental.
La llegada oportuna de Robles debió impedir la formación del
ejército aliado que salió a batirle permitiéndole someter
holgadamente a los brasileños. Pero no sucedió así. Robles
no llegó nunca a la frontera oriental, no pasando más allá
de los límites de Corrientes. Gracias a esto, Mitre pudo organizar
el ejército hasta encontrarse en situación de batir a los paraguayos.
Realmente Estigarribia debió retroceder al ver que había fracasado
el plan convenido. Pero lo empujaron adelante, los numerosos jefes orientales
que lo acompañaban, los cuales le aseguraban que, al llegar a la frontera
de su país, contaría con el franco apoyo de todos los compatriotas
uruguayos.
Entrar en Uruguayana fue para él entrar en una ratonera. Pronto fue
allí rodeado por el ya poderoso ejército aliado, teniendo que
sucumbir, vencido por el hambre y por la muerte. Una parte de su ejército,
que marchaba por la orilla derecha del río Uruguay, a las órdenes
del mayor Pedro Duarte, sucumbió también, aplastado por fuerzas
muy superiores.
En efecto, el 17 de agosto de 1865 libraron batalla 3.500 paraguayos, de caballería
e infantería, con 11.000 aliados de las tres armas, a las órdenes
del general Venancio Flores.
Pese a la abrumadora superioridad enemiga, Estigarribia rechazaba con ironía
la propuesta de rendirse a los “libertadores de su patria”. “Si
VV.EE. (decía a los jefes aliados) se muestran tan celosos por dar
libertad al pueblo paraguayo, ¿por qué no empiezan por dar libertad
a los infelices negros del Brasil, que componen la mayor parte de la población,
y gimen en el más duro y espantoso cautiverio para enriquecer y estar
en la ociosidad a algunos de cientos de grandes del Imperio?”
Luego de la derrota de los paraguayos, Flores declaró: “Los paraguayos
son peores que salvajes para la pelea, prefieren morir antes que rendirse…”
La mayor parte de los prisioneros fueron pasados a cuchillo (se calcula que
eran alrededor de 1.400) y los soldados sobrevivientes fueron alistados en
los batallones del ejército aliado, obligándoseles así
a ir contra su patria. Decía Flores: “Los batallones orientales
han sufrido en Yatay una gran baja, y estoy resuelto a reemplazarla con los
prisioneros paraguayos, dándole una parte al general Paunero para aumentar
sus batallones, que están pequeños algunos¨. Mientras tanto
el vicepresidente argentino Dr. Marcos Paz agrega: “El general Flores
ha adoptado por sistema incorporar a sus filas a todos los prisioneros, y
después de recargar sus batallones con ellos ha organizado uno nuevo
de 500 plazas con puros paraguayos”.
El gran publicista oriental, Carlos María Ramírez protestó
en 1868, contra la repetición sistemática del mismo hecho: “Los
prisioneros de guerra –decía- han sido repartidos entre los cuerpos
de línea y, bajo la bandera y con el uniforme de los aliados, compelidos
a volver sus armas contra los defensores de su patria. ¡Jamás
el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor al derecho de gentes, a la humanidad,
a la civilización!.
En la Quinta Sección, chacra el Ombucito, existe un monolito que evoca
la Batalla de Yatay. Este sitio fue declarado Lugar Histórico el 4
de febrero de 1942, por la Ley 12665, según consta en "Monumentos
y Lugares Históricos" de Hernán Gómez. Allí
serpentea un arroyo, entre arbustos y pajonales, que se vuelca en el río
Uruguay. Este paisaje está adornado con elegantes palmeras Yatay (Yatay
significa Palmera en guaraní). Ellas dieron su nombre al arroyo y al
lugar. El topónimo dio el nombre a la batalla.
Fuentes:
Antook – La Batalla de Yatay – (2007)
Juan E. O’Leary – El Mariscal Solano López – Asunción
(1970).
José María Rosa – La Guerra del Paraguay y las Montoneras
Argentinas – Buenos Aires (1985).
Oscar
J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
Agrupación
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