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EFEMERIDES 
          HISTORICAS ARGENTINAS  | 
    
5 de Abril de 1811 - Revolución de los Orilleros Porteños
El Brig. 
    Gral. Cornelio Saavedra reiteradamente en sus cartas, ponencias en la Junta 
    y con sus “Memorias”, manifestó su pensamiento sobre el 
    papel fundamental que correspondía jugar al pueblo en la vida de la 
    nación. Mariano Moreno y sus seguidores no lo mencionaron reemplazándolo 
    con palabras como liberalismo y democracia.
    
    Hay algo coincidente y realmente curioso en el quehacer de estos personajes 
    que es útil destacar: la mayoría de los que en 1811 militaban 
    en el saavedrismo, más tarde se alistaron en el bando federal y los 
    que en aquella época siguieron a Moreno y al ideario del “Comité 
    Patriótico”, abrazaron la causa unitaria.
    
    La incorporación de los diputados de las ciudades interiores a la Asamblea 
    General Constituyente, consolidó al partido saavedrista en el gobierno 
    y le dio cierta libertad de acción para continuar aplicando su política. 
    Los morenistas no se conformaron con el nuevo orden de cosas, dedicándose 
    a conspirar contra Saavedra.
    
    Juan César Chaves, hizo las siguientes afirmaciones: “El saavedrismo 
    se apoyaba en el ejército y en las fuerzas conservadoras; el morenismo, 
    lo hacía en el regimiento América, que mandaba Domingo French, 
    y en la juventud radical aglutinada en la Sociedad Patriótica. ¡Demagogos, 
    terroristas, ateos! Y una serie de dardos similares arrojaban a sus adversarios 
    los saavedristas. Estos, a su vez reaccionaban increpándolos: ¡Traidores, 
    Carlotinos!. Comenzó, entonces a circular en la forma de un rumor primero 
    y después como una acusación, que Saavedra, Funes y sus partidarios 
    proyectaban entregar el Plata a la princesa Carlota Joaquina. No obstante 
    estar desprovista de toda veracidad, la especie corrió velozmente y 
    hasta llegó a impresionar a muchos”.
    
    “El morenismo llevaba a efecto una abierta acción subversiva. 
    La Sociedad Patriótica era un foco revolucionario. Sus adeptos proclamaban 
    “una furiosa” democracia, desorganizada, sin consecuencia, ni 
    forma, sin sistema ni moralidad. La acción de traición en contra 
    de Saavedra y Funes era pan de todas las horas. Los opositores tomaron por 
    divisa un lazo de cintas con los colores azul y blanco, la misma insignia 
    distribuida por French y Beruti en los agitados días de Mayo. Corriendo 
    por calles y plazas, convocaban a sus comilitones para el 23 de Marzo. En 
    el regimiento de América se distribuyeron cuchillos, contenidos en 
    una barrica, por lo cual, enterado Saavedra, fijó para esa noche el 
    siguiente santo y seña: En América cuchillos por barrica”.
    
    Enrique Ruiz Guiñazú señaló que hubo tres centros 
    hostiles a Saavedra: el café de Marco, La Sociedad Patriótica 
    y el Regimiento de la Estrella.
    
    José María Rosa afirma: “Unidos los viejos con los jóvenes, 
    amedrentados los provincianos, irresoluto Saavedra, dueño de la situación 
    militar el regimiento la Estrella, podían darse por contados los días 
    de la Junta Grande”.
    
    La concentración en la Plaza de la Victoria
    
    En forma inesperada, el 5 de Abril, cuando la noche cubría con su manto 
    la ciudad, sobrevino en forma sorpresiva el levantamiento popular que fue 
    la réplica de la conspiración morenista.
    
    Columnas de jinetes que fueron desplazándose hacia el centro, crearon 
    un clima de confusión entre el vecindario. Lo hicieron desde dos direcciones. 
    Por el Oeste los grupos que provenían de los Mataderos, tomaron por 
    la calle Larga (más tarde Avda. Campana, luego del Trabajo y hoy Eva 
    Perón), en tanto otros menos numerosos lo hacían desde el Norte, 
    abandonando la Tierra del Fuego (Palermo) y las rancherías del Retiro.
    
    Ya entrada la noche las columnas apreciadas en unos 4.000 jinetes comenzaron 
    a llegar al amplio recinto de la Plaza de la Victoria, donde se instalaron 
    silenciosamente como obedeciendo a un plan perfectamente preparado.
    
    Alrededor de medianoche, como consta en el Acta del “Acuerdo del Cabildo 
    del 6 de Abril de 1811”, la mayoría de los integrantes del Cabildo, 
    acudieron al Fuerte, convocados por el presidente Cornelio Saavedra. Para 
    entonces ya se sabía que el movimiento popular era encabezado por el 
    doctor Joaquín Campana y por el alcalde principal de las Quintas Tomas 
    Grigera – ambos conocidos saavedristas-.
    
    Los cuerpos de Patricios, Arribeños, Pardos y Morenos, Artillería, 
    Húsares y Granaderos, salieron en armas de sus cuarteles, y a tambor 
    batiente se unieron a los revolucionarios. Mientras tanto, el gobierno, en 
    unión del Cabildo, deliberaba en su Sala de Acuerdos bajo la presidencia 
    de Saavedra.
    
    Alrededor de las ocho de la mañana del día 6, llegaron al Fuerte 
    los regidores del Cabildo Manuel Aguirre y Juan Francisco Seguí, quienes 
    eran portadores del petitorio presentado por Campana.
    
    Las demandas populares apoyadas por las unidades urbanas, exigían al 
    gobierno adoptar los siguientes recaudos:
    
    1) Expulsión de Buenos Aires de todos los españoles europeos 
    de cualquier clase y condición que no hayan acreditado de un modo público, 
    apoyar al nuevo orden.
    
    2) Separación de los empleados civiles y militares –sin sueldos 
    ni retiros- que no estén identificados con el proceso revolucionario.
    
    3) Cese de los sueldos que hasta entonces se pagaban a personas separadas 
    o retiradas por no haber merecido confianza al gobierno.
    
    4) Contribución pecuniaria por parte de quienes se confinen, hasta 
    que se consolide el tesoro.
    
    5) Se deja sin efecto actos jurídicos realizados en nombre del pueblo 
    que éste no haya autorizado o en el que no haya intervenido. Separación 
    de los vocales Peña y Vieytes y salida del territorio provincial por 
    estar comprendidos dentro de esta cláusula.
    
    6) Separación de los vocales Azcuénaga y Larrea por haberse 
    mezclado en facciones y salida del territorio provincial.
    
    7) Que en reemplazo de quienes salen de la Junta se incorporen a ella Feliciano 
    Chiclana, Atanasio Gutiérrez y Juan Alagón como vocales y el 
    doctor Joaquín Campana como secretario en reemplazo de Vieytes.
    
    8) Separación de sus puestos de Domingo French, Antonio Luis Beruti, 
    Agustín Donado, Gervasio Posadas y el presbítero Vieytes, por 
    ser autores de la conspiración.
    
    9) Que se devuelva a Saavedra el gobierno de las armas que se le quitó 
    injustamente.
    
    10) Que la Sub-Inspección de las Tropas corra a cargo de Saavedra o 
    de quien él disponga.
    
    11) Que no se elija ningún miembro para integrar el gobierno, sin el 
    voto del pueblo.
    
    12) Que Manuel Belgrano responda a los cargos que se le formulen por su gestión
    
    13) Que Manuel Belgrano sea separado de sus funciones y comparezca de inmediato 
    a la capital para responder.
    
    14) Que ningún vocal sea destinado a ninguna función que no 
    sea la específica de la Junta.
    
    15) Que mantengan el grado de brigadier exclusivamente Cornelio Saavedra y 
    Antonio Balcarce, debiendo recogerse los demás otorgados hasta que 
    el Congreso General resuelva dar otros.
    
    16) Que los jefes de las unidades urbanas den su conformidad a las demandas 
    populares presentadas por el doctor Campana.
    
    17) Que las fórmulas presentadas no podrán cambiarse sin el 
    voto del pueblo, hasta que se publique la Constitución que haga el 
    Congreso General.
    
    
    18) Juzgamiento a los individuos que cometan crímenes, por el gobierno 
    y por las Leyes en vigor, debiendo adoptarse igual criterio con los que hayan 
    sido hechos anteriormente y que permanezcan impunes.
    
    De vuelta los regidores del Cabildo, con la aceptación por parte de 
    la Junta de los diez y ocho puntos incluidos en el petitorio, el doctor Campana, 
    Tomás Grigera y Martín Rodríguez fueron informados sobre 
    el particular. Desde el fuerte salieron comisiones a detener a los funcionarios 
    cuestionados, mientras que del Cabildo lo hacía Marcos Balcarce acompañado 
    por Pedro Capdevila y Juan Francisco Seguí hacia el cuartel del Regimiento 
    de La Estrella para que Balcarce se hiciera cargo de la unidad. Todo se realizó 
    sin inconvenientes.
    
    Cuando las unidades urbanas con sus bandas de música al frente, volvían 
    a sus alojamientos, los “orilleros” iniciaban su regreso a los 
    suburbios de donde habían salido el día anterior, para librar 
    a Saavedra de quienes le impedían gobernar conforme a sus deseos.
    
    Así terminó la revolución de 5 y 6 de Abril de 1811, 
    que constituyó la primera manifestación popular de que se tenga 
    memoria en el Río de la Plata.
    
    Los liberales la denigran y la tildan como un motín de aventureros 
    de la peor calaña. Algunos historiadores en su afán de menospreciarla, 
    aseguran que no tuvo dueño, porque nadie quiso aceptar la paternidad 
    de tamaño desorden. No es cierto. Los dueños de este acto subversivo, 
    fueron los “orilleros” de los suburbios de Buenos Aires, que en 
    un acto sin parangón, restituyeron los derechos que había perdido 
    Saavedra, imponiendo la voluntad popular.
    
    Fuentes:
    Chaves, Juan César. Castelli el Adalid de Mayo.
    Rosa, José María. Historia Argentina.
    Ruiz Guiñazú, Enrique. El Presidente Saavedra y el Pueblo Soberano 
    de 1810.
    Serrano, Mario Arturo. Cómo fue la Revolución de los Orilleros 
    Porteños.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
5 de Abril de 1818 - Batalla de Maipú
Atento al avance español, San Martín, convencido de su plena capacidad para oponerse al mismo consideró esta geografía como la más adecuada para presentar batalla. El dispositivo patriota se desplegó, el 4 de abril, sobre Loma Blanca y el realista, al mando de Osorio, sobre la elevación triangular. En las primeras horas de la mañana siguiente, el Libertador hizo el reconocimiento de la posición enemiga, observando que el grueso de las fuerzas españolas se había desplegado sobre un costado de la meseta previendo la posibilidad de un envolvimiento del mismo. El jefe realista había mandado emplazar dos cañones sobre el cerro Errázuriz y reforzado su artillería con cuatro compañías de Cazadores. Según el relato de O’Brien, San Martín exclamó: “Osorio es más torpe de lo que yo creía. El triunfo de este día es nuestro: ¡el sol por testigo!”
El plan realista fue defensivo, pues Osorio, en su parte del 17 de abril, manifestó que esperaba conocer las ideas de San Martín. El jefe español distribuyó sus fuerzas en línea, sobre la base de tres agrupaciones: Primo de Rivera (compañías de Granaderos y Cazadores), Morla y Ordóñez. En el ejército realista algunos jefes, como Ordóñez y Morgado, sostenían la necesidad de una actitud ofensiva, tal cual había ocurrido en la junta de guerra previa a Cancha Rayada. Estos disensos se hicieron sentir también durante el combate y contribuyeron a la derrota española en Maipo. Un aspecto interesante del dispositivo inicial de Osorio fue que no dejó reserva: durante la batalla intentó organizarla sobre la base de la agrupación de Granaderos y Cazadores de Primo de Rivera, pero fue imposible por estar este jefe empeñado en combate con la división de Las Heras.
El plan y el 
    dispositivo de San Martín, en cambio, fue ofensivo, aprovechando las 
    ventajas del terreno para lograr una rápida victoria. Comprendió 
    dos líneas y tres divisiones: Las Heras, al oeste;
    Alvarado, al centro-este y la reserva, con tres batallones a órdenes 
    de Quintana, centro y retaguardia.
La batalla se 
    inició con un intenso fuego de la artillería patriota, que fue 
    contestado por la realista. Era cerca del mediodía del 5 de abril de 
    1818. La división Las Heras encabezó el ataque a la posición 
    de Primo de Rivera, con el fin de conquistarla y amenazar luego el flanco 
    del dispositivo enemigo. La artillería española de los cerrillos 
    de Errázuriz, abrió fuego de flanco sobre el Batallón 
    No 11, sin detenerlo, mientras que los Dragones de Morado cayeron sobre Las 
    Heras, quien ordenó a Zapiola para que los contuviera.
    
    Entre tanto, la artillería de Blanco Encalada trataba de neutralizar 
    el contraataque de los Dragones. Los dos escuadrones que encabezaban la formación 
    de los Granaderos a Caballo, a las órdenes de Escalada y Medina, arrollaron 
    a los Dragones empujándolos hacia el flanco noroeste del dispositivo 
    realista (división “Morla”), pero, después de sufrir 
    bajas, fueron obligados a replegarse. Reorganizados, con cuatro escuadrones, 
    volvieron los Granaderos patriotas al ataque, haciendo desaparecer a los Dragones 
    del campo de batalla.
El Batallón N 19 se posesionó de una pequeña altura desde la cual amenazó a los batallones Burgos y Arequipa. Cuando la División Alvarado, acompañando el avance de Las Heras, se encontraba a media distancia de la primera línea realista, Ordóñez ordeno un contraataque frontal con toda su división, que fue acompañada por los batallones Burgos y Arequipa. El Libertador ordenó, inicialmente, que la artillería de Borgono tratara de detener tal reacción, cosa que pudo concretar “con fuego de metralla”, pero sin impedir una cierta vacilación que fue salvada por la oportuna presencia de Quintana con la reserva.
Este fue el momento crítico de la batalla. Las Heras ordenó que el Batallón “Infantes de la Patria” concurriera en ayuda de Alvarado, para equilibrar la situación. Si bien la caballería realista del flanco derecho había sido cargada y derrotada por Freire, subsistía el peligro del avance de Ordóñez. San Martín dispuso el rápido movimiento de la reserva, que con sus tres batallones ejecutó un ataque al flanco derecho del dispositivo español que había iniciado el contraataque.
El brigadier 
    Osorio, antes de producirse la crisis patriota, había dispuesto la 
    concurrencia de Primo de Rivera como reserva. Esta orden, que inicialmente 
    podría haberse cumplido con cierta dificultad, se ejecutó en 
    el peor momento, porque los efectivos de Errázuriz estaban aislados 
    del resto de la acción. En el cuadro final de la batalla, el dispositivo 
    realista fue rodeado por la división Las Heras al oeste, Alvarado en 
    el centro y Quintana al este. Ambas caballerías patriotas, de Zapiola 
    y de Freire, completaron el cerco. Osorio trató de replegarse sobre 
    la hacienda “Los Espejos”, y no consiguiéndolo, huyó 
    en dirección a Talcahuano. Ordóñez ofreció la 
    última resistencia en la misma hacienda, viéndose obligado a 
    rendirse en menos de media hora.
    
    La batalla finalizó hacia las seis de la tarde: los españoles 
    tuvieron 2.000 muertos y fueron hechos prisioneros unos 3.000 hombres. Perdieron 
    toda la artillería, parque y servicios logísticos, además 
    de numeroso armamento. El ejército patriota sufrió la perdida 
    de 1.000 hombres, entre muertos y heridos. La batalla se ejecutó como 
    una típica acción de aniquilamiento.
Podemos afirmar 
    que el triunfo patriota de Maipú consolidó la independencia 
    de Chile, contribuyendo, en gran medida, a asegurar la futura expedición 
    sobre el Perú y a hacer posible la acción vigorosa de Bolívar 
    en Colombia y Venezuela. Expuso, claramente, el genio de San Martín 
    y demostró su capacidad de recuperación después de Cancha 
    Rayada. 
    
    Fuente: La Batalla de Maipú. José Luis Picciuolo. Instituto 
    Nacional Sanmartiniano
Oscar 
      J. Planell Zanonem - Oscar A. Turone
      Agrupación 
      Patricios Reservistas
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